El cuerpo del hombre que flotó en el río Bravo, el pasado 17 de julio presentaba dos impactos de bala, uno en el tórax y otro en la cabeza, con lo que se descarta la muerte por asfixia por inmersión en el agua.
El hombre como de 30 a 35 años, continuaba como N.N. y se había convertido en un candidato a la “fosa común” al no ser identificado, ni reclamado.
Trascendió que en la autopsia salieron a relucir los orificios producido por proyectil de arma de fuego.
Con los impactos y el hecho de que haya llevado los pies atados con bolsas de plástico, desde un principio fueron indicios de un asesinato, pero desafortunadamente, hasta el momento los investigadores carecen del dato concreto que permita avanzar en el caso o al menos conocer la identidad con lo que podrían continuar en firme.
Mientras tanto peritos forenses extrajeron muestras orgánicas del cuerpo para preservar el historial genético que podría servir en la comparación con otras muestras que se aporten para la prueba del ADN.