La fantasía de la canción celebre de “Chava“ Flores con “Bartola“ recrea la ilusión de adquirir todo con tan solo 2 pesos, pagar la renta, el teléfono y la luz, así como “el gasto“ nunca había sido tan sencillo de acuerdo a la obra del autor, pero la realidad es totalmente diferente y en las mesas de las familias se libran autenticas batallas para garantizar que llegue lo esencial de la canasta básica.
En los últimos 5 años los consumidores han visto como su ingreso económico frente a la inflación de precios se ha achicado en forma permanente, hoy en día comprar medianamente una despensa cuesta en promedio entre 200 a 300 pesos de lo que se podia comprar hace apenas 3 años.
De acuerdo al Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) los precios al consumidor se han depreciado en forma notoria, como ejemplo se puede hacer referencia a que apenas hace 5 años el kilogramo de huevo tenía un costo de 12 pesos, actualmente es de 20 pesos el kilogramo, un kilo de tomate valía 9 pesos con 80 centavos, hoy cuesta 22 pesos, el precio de un litro de leche era de 11 pesos, hoy cuesta 14 pesos.
Y así se podría hacer una lista infinita de los precios que han puesto a prueba la resistencia de la economía de la mayoría de las familias en el país, en donde cada vez con apuro, logran obtener la canasta básica, no sin antes haber sorteado diversas peripecias, haciendo “estirar“ el presupuesto para que medianamente alcance.
Una estrecha relación que ha motivado la volatibilidad de precios -según la misma fuente del Inegi- es el alza que han resentido los energéticos, la escasez a nivel mundial que ha hecho que los precios suban, ajustes por causa de la comercialización a nivel internacional que han colapsado y hecho aplicable la regla no escrita que alude a que “sube la gasolina, sube todo“.
En esa espiral las familias han transitado en la ruta inflacionaria, en donde la lucha se polariza no solo en la competencia de los precios que acechan en los anaqueles y estantes de las tiendas, si no la certeza de que hoy los precios y crisis de los productos hacen que cada vez compremos menos, basta visitar cualquier supermercado o tienda de abastos para intentar surtir de la despensa y sentir el golpe de la realidad en el bolsillo, ahí en donde se mide la capacidad de comprar.