Todos nosotros hemos sido (o bien somos o seremos) adolescentes en algún momento de nuestras vidas. Sabemos y hemos experimentado una gran cantidad de cambios, y algunos incluso habrán pasado por una fase de rebeldía para con sus padres, incluso una vez llegados a la mayoría de edad.
Y lo cierto es que aunque en su momento tal vez pudiera parecer la manera lógica de proceder, lo cierto es que este comportamiento puede ser frustrante para el adulto, como pueden descubrir cuando a su vez tienen sus propios hijos. En este contexto puede surgir la duda respecto a cómo reaccionar, a qué hacer.
LA REBELDÍA EN LA POSTADOLESCENCIA
La adolescencia, el paso de la niñez a la adultez, es un proceso que implica una gran cantidad de cambios tanto físicos como psíquicos y sociales.
Además de los propios del desarrollo, nos enfrentamos a un gran aumento en lo que la sociedad nos demanda, algo especialmente visible cuando alcanzamos la mayoría de edad: legalmente ya somos adultos y se nos exigen responsabilidades como tales, a pesar de que madurativamente aún no hemos acabado de pasar la adolescencia (de hecho, algunos autores proponen incluso que seguimos siendo adolescentes hasta los 25). Seguimos experimentando e intentando encontrarnos, así como probar nuestra recién adquirida identidad.
Es por lo tanto una edad difícil para el que la vive, pudiendo ser una etapa angustiante y frustrante. Asimismo, suele persistir aún un cierto alejamiento respecto a las figuras de autoridad propia de los años anteriores, derivada de ella búsqueda de una identidad separada y de la búsqueda y aumento de la importancia de otras relaciones sociales.
Todo ello puede llegar a hacer que surjan conductas oposicionistas y rebeldes, algo que también puede suponer una fuente de angustia y de una falta de comprensión entre el ahora ya legalmente adulto y su entorno familiar.
Estos fenómenos persisten durante la etapa final de la adolescencia, la postadolescencia, con la característica de que a esta edad la capacidad de desobedecer es mayor, dado que se dispone de más recursos para ello.
10 CONSEJOS PARA TRATAR A UN JOVEN REBELDE
Afrontar la adolescencia y la llegada a la adultez (legalmente hablando, al menos en nuestro país) puede ser complicado tanto para el propio joven como para sus progenitores, pudiendo llegar a aparecer actitudes de rebeldía. En este sentido, a continuación os mostramos diez consejos para tratar a un joven rebelde de 18 años.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que estamos hablando de adolescentes rebeldes, no incluyendo la presencia de actitudes agresivas y violencia intrafamiliar.
1. ESTABLECED UNA BUENA COMUNICACIÓN
Quizás lo más importante en cualquier tipo de relación, y especialmente en una en que existe cierta rebeldía y resistencia a las figuras parentales, es la de establecer una comunicación fluida. Es importante que esta tenga en cuenta los posibles conflictos que pueda tener nuestro hijo, y que no se lleve a cabo como un interrogatorio sino como una conversación cabal en que se aprecie un interés genuino. Puede ser útil aproximarse a partir de las aficiones del joven de cara a producir un acercamiento entre ambos.
2. DALE SU ESPACIO, ESCUCHA Y RESPETA SU OPINIÓN
Nuestro hijo o hija ya tiene 18 años, y aunque nos sigue necesitando en su vida también necesita tener su propio espacio. Ello no quiere que no nos interesemos por él, pero sí que aceptemos que quiere y necesita tener privacidad.
Al igual que ocurre con el espacio el joven de 18 años tiene su propio criterio que, aunque un tanto inexperto, sigue siendo válido y debe respetarse y tenerse en cuenta. Debemos escucharles atentamente y sin interrumpirlos: se trata de no ignorar su punto de vista sino de validarlo y considerarlo.
3. OJO CON LA EXPECTATIVAS Y CON COMPARAR
Pueden darse muchos conflictos debido a la propia exigencia con respecto a lo que el ahora adulto debería hacer. Hemos de comprender que estamos ante una persona autónoma con sus propias ideas y convicciones.
Es importante no intentar forzarles a vivir la vida que nosotros hubiésemos querido llevar y no exigirles cumplir nuestras expectativas o llevarles por el camino que nosotros hubiésemos querido llevar. Por encima de todo no compararlos con los demás: son seres valiosos por sí mismos, tan válidos como cualquiera.
4. PROHIBIDO PROHIBIR Y SOBREPROTEGER
Prohibir y censurar sin más es, especialmente cuando hay rebeldía, totalmente contraproducente. De hecho es probable que lo prohibido resulte más apetitivo al por el hecho de serlo y a la vez por contravenir la norma impuesta. Además hay que tener en cuenta de que ya es mayor de edad y tiene la capacidad de tomar sus propias decisiones, hemos de considerar que debemos aconsejarle y guiarle sin ser una presencia que actúe mediante coacción o imposición.
5. ESTABLECE LÍMITES CLAROS
Hemos dicho en el punto anterior que es necesario no prohibir pero tampoco hemos de pecar de sobrepermisivos. Hemos de establecer límites claros, coherentes y consistentes en la conducta, los cuales debemos mantener firmes sin que por ello sean vistos como coercitivos.
Se trata de que los propios actos tengan consecuencias y que estas sean conocidas por el joven. Esto incluye por supuesto el trato otorgado a los progenitores, y la no aceptación de actitudes violentas o tratos degradantes.
6. DA EJEMPLO
Un joven de 18 años ya es perfectamente capaz de observar cuando se le dice algo mientras se hace lo contrario. Así, no podemos exigirle a nuestros hijos algo que nosotros no le mostramos: necesitamos ser capaces de dar ejemplo de tal forma que el joven vea una coherencia entre lo dicho y lo hecho. Eso sí, no deja de ser una persona distinta así que debemos tener cuidado con las exigencias y expectativas que tenemos respecto a él.
7. NO PIERDAS LOS PAPELES Y TEN EMPATÍA
Aunque puede ser difícil, es necesario mantener la calma incluso ante actitudes rebeldes e intentar comprender el punto de vista del adolescente/joven. Al fin y al cabo se está enfrentando a una realidad mucho más exigente de lo que estaba acostumbrado hasta ahora, cuando ha o está a punto de entrar en el mundo adulto. La rabia, los gritos o las discusiones van a generar malestar y un alejamiento de posturas.
8. DALE VOZ Y VOTO
Este punto es importante dado que permite por un lado establecer una comunicación y darle cierta autonomía (no en vano ya es legalmente adulto) y a la vez respetar una serie de límites. Debemos darle no solo la capacidad de manifestar su opinión sino también de tenerla en cuenta, siendo el ya legalmente adulto capaz de tomar decisiones respecto a su propia vida. No se trata de que el joven se haga siempre con la suya, sino que seamos capaces de negociar una alternativa válida para todos en los aspectos en que no haya consenso.
9. Refuerza conductas positivas
Un error frecuente en el paso al mundo adulto es el de centrarse en lo que el menor hace mal, siendo la actitud de los padres generalmente correctiva.
Por mucho que ya sea mayor de edad, todos necesitamos que nos aprueben y nos feliciten las cosas que hacemos bien. Así pues es recomendable reforzar y felicitar los logros del ahora ya legalmente adulto, especialmente los que sean importantes para él. También es de gran utilidad que toda conducta positiva sea bien vista y reciba reforzamiento, sin entrar en críticas ni exigencias.
10. HAZLE SABER QUE LE QUIERES
Este último punto puede parecer obvio, pero probablemente es uno de los más importantes: por mucho que nuestro hijo ya sea legalmente un adulto, ahora y siempre va a necesitar saber que su familia va a ser un núcleo de apoyo, que le quiere y aprecia independientemente de lo que ocurra.