Ciudad de México
El Auditorio Nacional se convirtió anoche en un caldero de hormonas efervescentes.
¿La razón? El malagueño Pablo Alborán, quien vestido de negro y con una imponente voz de tenor reiteró su reinado en México, lugar elegido para arrancar su Tour Prometo.
Consiente de su poderío escénico y de su galanura, el intérprete, de 28 años, no requirió de mucha parafernalia para derretir y hacer suspirar a las 10 mil personas que atascaron el recinto, en su mayoría mujeres de entre 20 y 40 años.
Él, acompañado de siete músicos, presumiendo su físico con una camisa brillosa y ceñida al cuerpo y seguro de lo que provocan sus canciones, bombardeó a sus fans con temas de su más reciente álbum, Prometo, y de los éxitos que lo han llevado a la cima.
Su único apoyo escenográfico fue una enorme pantalla LED de 16 metros de ancho, donde se dibujaron imágenes románticas, paisajes, figuras geométricas y combinaciones de luz.
De manera sorpresiva, cuando “Tanto” se escuchaba con un coro masivo, una enorme estructura cuadrada de 49 reflectores rojos se posó sobre el escenario, aumentando el mood íntimo y bohemio de la velada.
Durante esta rola, Alborán se acercó al proscenio para recibir un par de rosas de una fan en silla de ruedas, a quien compensó lanzándole un beso. Acto seguido, tomó su guitarra, se colocó en una silla y regaló “Perdóname”, uno de sus más grandes hits.
Con “Boca de Hule” (que originalmente interpreta con Alejandro Sanz), el compositor realizó un canto a la libertad, contra la opresión, y de crítica hacia el poder. Para el encore, el español alborotó aún más las hormonas al adueñarse de un piano e interpretar “Solamente Tú” y “Prometo”, las rolas más coreadas y ovacionadas de la noche.