La vida de Maricela dio un giro de 180 grados en apenas un segundo.
Escuchó las palabras del médico y su cerebro parecía no procesar lo que le decían.
-Usted tiene SIDA-, le dijo tajante el médico.
“Sentí que me derrumbaba, no alcanzaba a comprender lo que me decía aunque las palabras eran tan claras, pero me negaba a entenderlas”.
Su cerebro cuestionaba miles de preguntas que ni siquiera el galeno, le pudo contestar.
“Yo quería saber cómo me había contagiado, nunca había donado sangre, no me habían inyectado recientemente, no tenía relaciones más que con mi esposo”.
Fue entonces que la duda la asalto: “¿Mi esposo?, no por Dios”, gritó furiosa.
Camino a su casa, pensaba de qué forma abordaría el tema con su esposo, de qué manera le pediría que se realizara un examen.
“¿Y si el está bien, si el no está enfermo, me va a preguntar cómo me contagie?”.
ENFERMA
Maricela comenzó a sentirse débil, con dolor intenso en todo el cuerpo.
“No fue de golpe, es decir, comencé con cansancio pero pensé que era por el trabajo, el estrés de la casa y esas cosas, pero luego, dolores de cabeza, de cuerpo y me diagnosticaron una gripe común”.
Asegura que su esposo siempre fue alérgico a todo desde que se casaron.
“Estornudaba por el polvo, el perro, el aire acondicionado, los juguetes de peluche, el aromatizante del carro, de la casa y hasta el olor de la ropa, siempre vivía enfermo de gripe”.