Berlín, Alemania
Una mujer siria que se unió al flujo de migrantes a Alemania fue obligada a pagar parte de la deuda de su esposo con los traficantes haciéndose disponible para tener sexo en el camino.
Otra fue golpeada hasta quedarse inconsciente por un guardia de una prisión húngara tras rechazar sus insinuaciones.
Una tercera, una exmaquillista, se vestía como muchacho y dejó de bañarse para repeler a los hombres en su grupo de refugiados.
Ahora, en un refugio de emergencia en Berlín, todavía duerme con su ropa puesta y, al igual que varias mujeres en el lugar, empuja un armario frente a su puerta de noche.
Entrevistas con docenas de migrantes, trabajadores sociales y psicólogos que cuidan a migrantes recién llegados y traumatizados en toda Alemania realizadas por el diario The New York Times sugieren que la actual ola de migración masiva ha sido acompañada de un súbito aumento en la violencia contra las mujeres.
Desde matrimonios forzados y tráfico sexual hasta abuso doméstico, las mujeres reportan sufrir de violencia perpetrada por otros refugiados, traficantes, familiares de sexo masculino e incluso de oficiales de Policía europeos.
No hay estadísticas confiables sobre el abuso sexual y de otro tipo contra las refugiadas.
Entre los más de un millón de migrantes que han entrado a Europa en el último año, hay tres veces más hombres que mujeres, de acuerdo con cifras de la ONU.
Susanne Hohne, psicoterapeuta titular en un centro en el oeste de Berlín especializado en tratar a migrantes traumatizadas, dijo al NYT que casi todas las 44 mujeres bajo su cuidado -algunas apenas adultas, otras de más de 60 años- han experimentado la violencia sexual.
Una mujer siria de 30 años, madre de cuatro hijos, huyó de la guerra con su familia a principios del año pasado.
Cuando a su esposo se le acabó el dinero para pagar a su traficante en Bulgaria, la ofreció como pago. Durante tres meses fue violada casi a diario para pagar el viaje de su familia.
Pronto su propio esposo abusaba de ella también. “Una lógica torcida”, comentó Hohne.
“Lo que su marido la obligó a hacer terminó mancillando el honor de él. Ella se convirtió en la culpable”, agregó al diario. Ahora la mujer tiene asilo y vive en Berlín con sus hijos.
Su esposo, que vive en otra parte de Alemania pero la ha acechado en la calle en Berlín al menos una vez, está bajo una orden de restricción.
Pero ella permanece demasiado aterrada para dar incluso su nombre de pila por temor a ser asesinada por él u otro pariente por la percepción de que llevó “deshonra” a la familia.
Hohne señala que la mujer muestra todos los síntomas del trastorno de estrés postraumático, incluyendo recuerdos recurrentes involuntarios, insomnio y problemas para concentrarse.
En Grecia, los centros de recepción a menudo están hacinados y carecen de una iluminación adecuada y de espacios separados para las mujeres solteras, denunció William Spindler de la agencia para refugiados de la ONU, al Times.