Washington
Viajan muchos menos que antes pero el peligro se ha acrecentado. Un total de 412 migrantes murieron en 2017 en los alrededores de la frontera entre Estados Unidos y México, por encima de los 398 del año anterior, según el registro de la agencia migratoria de la ONU. El aumento del 3% en los fallecimientos contrasta con el descenso drástico en la llegada de inmigrantes a la frontera.
Las aprehensiones por parte de la policía estadounidense cayeron un 44% el año pasado, pasando de 611.689 arrestos en 2016 a 341.084 en 2017, lo que se atribuye al efecto disuasorio de la campaña de mano dura contra la inmigración irregular del Gobierno de Donald Trump. El republicano ha facilitado las deportaciones y aspira a construir un muro en toda la frontera con México.
Frank Laczko, director del centro de análisis estadístico de la Organización Internacional para la Migración, considera “especialmente preocupante” esa dualidad. La principal hipótesis es que, ante el mayor riesgo de detención por el refuerzo del control fronterizo promovido por Trump, los migrantes “buscan rutas más remotas para evitar la captura”, según las conclusiones de la agencia de la ONU, que divulgó esta semana sus resultados, que se nutren de datos propios, gubernamentales y de informaciones periodísticas.
En lo que va de 2018, se han registrado 18 muertes. La frontera entre EE UU y México, la más desigual en términos socioeconómicos del mundo, es la última parada de una travesía espeluznante de muchos inmigrantes a través de Centroamérica y que huyen desesperados en busca de una vida mejor en la primera potencia mundial.