Ciudad de México
Si Carlos Vives fuera futbolista, ni su tocayo y paisano, el “Pibe” Valderrama ensombrecería su mote de leyenda.
Quizá por eso, la noche del domingo, el Auditorio Nacional lucía más bien como el Metropolitano de Barranquilla: con sus hinchas de coloridas camisetas cafeteras y sus bailes inigualables que provocaba este bacán.
Y sí, hubo balones que el propio Vives lanzó a sus seguidores. Y sí, hubo un lesionado...
“Por un accidente jugando al futbol no puedo bailar”, lamentó el colombiano en su primera intervención, mientras acusaba a su pierna izquierda. “Pero me dijeron que no me preocupara: En México todo el mundo baila”, se repuso.
El man no llevaba muletas, pero pudo haberlo hecho: la lesión fue visible; le hizo cojear a cada canción y movimiento, sin que esto le impidiera contonearse, brincar y hasta pasearse en su cicla.
Si alguno pensó que esta exhibición para hinchas mexicanos —y muchos colombianos— no era tan importante como para retar al dolor, cambió de opinión. Vives demostró que estaba ahí para aguantar y meter un baile literal que duró más de dos horas y que incluyó muchos de sus éxitos (22 en total).