Pasado el susto de la inundación, Manuel Aldaba Moreno, de 51 años, quien reside en la colonia Leyes de Reforma, hace un balance de los estragos causados por la tormenta que flageló a la ciudad el pasado 20 de junio.
De oficio mecánico, Aldaba Moreno repara en dos días un vehículo y gana un promedio de mil 500 a dos mil 500 pesos por trabajo realizado.
Como consecuencia de la inundación el mecánico estuvo varios días sin trabajar, ya que él, por acuerdo con su esposa, se dedicaría a limpiar y desinfectar la casa mientras ella iba al trabajo, para no perder su fuente de empleo, único ingreso que los mantuvo a flote.
Dijo que sus clientes acostumbraban llevar los vehículos a su domicilio para que los arreglara, pero eso ya no fue posible porque la inundación alcanzó los dos metros en la calle, y en ese nivel se mantuvo varios días hasta que el agua turbia fue descendiendo, paulatinamente, muy lentamente, dejando una estela de lodo, desechos y aguas negras.
Para colmo, cuando rescataba sus bienes, al atravesar la calle con el agua hasta el cuello, perdió su teléfono celular donde tenía la agenda de trabajo. Por esa causa no ha podido comunicar a los clientes que ya está en condiciones de ofrecer el servicio.
Por muchos días no pudo trabajar con normalidad, con la consiguiente pérdida de ingresos monetarios.
El nivel de la inundación ya bajó pero el mecánico sigue con el agua hasta el cuello, en materia económica.
Afortunadamente el agua no llegó a los dos metros en el interior de la casa porque esta fue construida sobre un terraplén levantado en prevención, si no la perdida patrimonial hubiera sido total.
De acuerdo con el costo de muebles y electrodomésticos, cada familia afectada tuvo una pérdida de mínimo 26 mil pesos en promedio.
A media cuadra del domicilio del mecánico, la calle Constituyentes de Querétaro desemboca con el dren de aguas negras, punto donde la inundación alcanzó su mayor nivel en la colonia.
Sus tres nietos estuvieron viviendo en casa de la consuegra, mientras la vivienda adquiría condiciones para ser habitada de nuevo.
Con el vendaval perdieron casi todos sus muebles, televisión, ropa y utensilios de cocina, entre otros cuyo costo asciende a unos 25 mil pesos: por eso el mecánico no se resignaba a perderlo todo.
Trató de conservar los tres colchones nuevos, recién comprados, lavándolos concienzudamente del lodo impregnado.
Personas enteradas le recomendaron -dijo al mecánico- que se deshiciera de dichos colchones, porque aún con la lavada más meticulosa quedan impregnadas bacterias de las aguas negras que invadieron su hogar. Y eso es peligroso para la salud de la familia, sobre todo de los menores.
Sin embargo se resiste a botar los colchones, lo poco que queda de su austero patrimonio.
En cuanto al auxilio de las autoridades para acarrear los desechos de muebles y otros objetos afectados por el fenómeno natural, Aldaba Moreno dijo que fue lento pero ya avanzaron.
Las autoridades también tardaron en presentarse para realizar el recuento de los daños materiales, el inventario de afectaciones al patrimonio.
“Eso sí, recibimos mucha comida que nos traían personas de otras colonias, algunos vecinos y familiares, gente de iglesias. Por comida no padecimos porque mucha gente nos ayudó en esos momentos de aflicción”, sintetizó Aldaba Moreno.