Si hablamos de superficie, inevitablemente estamos hablando de espacios que pueden ser ocupados. Hay gente que dice que más del 70% de la tierra tiene dueños. ¿La consecuencia?
Sencillo: los primeros en verse desplazados de sus lugares son los animales. No es raro que, buscando una solución a esto, distintas agrupaciones animalistas creen pequeños refugios naturales. Zonas protegidas que se abren por hectáreas y permiten a los animales correr y comer a sus anchas. Una especie de sucedáneo del espacio natural. Está bien. Todos necesitamos un lugar donde estar.
Pero cuando Anderijn Peeters llegó por primera vez a la reserva natural Oostvaardersplassen, a tan solo algunos kilómetros de Amsterdam, asegura que no podía creerlo.
Peeters es entrenador de caballos. Su trabajo es resaltar la majestuosidad de uno de los animales más elegantes y fuertes (pero también más frágiles) del mundo. Y uno que está en constante contacto con la raza humana. El invierno pasado, Peeters buscaba escapar del hostil clima de la capital holandesa. No fue posible, pero logró hacerse un tiempo para estudiar algunos ejemplares de equinos en la reserva Oostvaardersplassen. Sin embargo, al llegar allá, solo encontró a una horda animales delgadísimos caminando cabizbajos. El suelo se había convertido en un terreno yermo y seco. En su hambre, los animales habían agotado el pasto por completo. Ahora sus patas solo se movían sobre la tierra dura. Ninguno de los 5.230 animales repartidos en los casi 34 kilómetros cuadrados por los que se extendía la reserva, estaba sanos.
“Se estaban muriendo de hambre. Uno podía ver sis costillas y sus huesos. La tierra estaba gris y polvorienta. Todo el follaje había sido arrancado de los árboles. Era como si una enorme bomba hubiese caído sobre la reserva”, esgrimió Peeters.
LA INTENCIÓN NO SIEMPRE ES LO QUE CUENTA.
En 1990, el gobierno holandés se preocupaba por la preservación y libre circulación de algunas especies. Fue así que, buscando proteger a una pequeña población de venados, vacas, bueyes y caballos, decidieron fundar Oostvaardersplassen. El proyecto había sido un éxito. Los animales corrían libres por sus áreas verdes.
Sin embargo, no previeron algo: sin depredadores naturales ni un plan de esterilización, fue solo cuestión de tiempo para que el espacio comenzara a sobrepoblarse de mamíferos. Muy pronto, el terreno dejó de dar abasto. Finalmente, el invierno pasado, más de la mitad de los animales murieron a causa de la falta de fuentes de alimento.
Preocupados, el gobierno intentó seguir un plan de acción caprichoso y poco efectivo. Comenzaron sacrificando a algunos animales que ellos consideraban demasiado “alejados” del conjunto de especies que buscaban mantener: sobre todo lo más viejos y enfermos. Y establecieron sanciones económicas para todo aquel que intentase acercarse a alimentarlos. Peeters fue advertido de esto, pero cuando le hablaron sobre el estado de los caballos, supo que necesitaba ir. Y no le importó la amenaza de multa. Reunió a un equipo de locales, y comenzaron a ir de noche a prestar ayuda a los animales. Peeters asegura que un animal comienza a requerir de cuidados especiales cuando se le pone en una reserva:
“Cuando pones una verja alrededor de un grupo de animales, alguien debe cuidarlos. Es simple. Los animales que son realmente salvajes no están detrás de una cerca. Si ese fuera el caso, ellos serían capaces de ir a cualquier lugar a buscar su propia comida”, explicó.
UN PRONÓSTICO PARA LOS ANIMALES.
Peeters asegura que el invierno pasado fue especialmente frío y cruento, pero que él y su equipo lograron salvar a bastantes animales del frío. Ahora, por fin, ha llegado la primavera, y los animales están un poco menos en riesgo durante algunos meses. A pesar de que el pasto está creciendo, y los activistas se están organizando en sus labores para rescatar a los animales “protegidos”, no es raro ver cadáveres en los paseos por Oostvaardersplassen. Los otros, quienes aún esperan su momento, están visiblemente desnutridos, enfermos o heridos. Cuando los guardias del recinto ven a un animal demasiado delgado como para sobrevivir, le disparan. Así, creen, se le da una muerte más piadosa. No importa si están frente a algún grupo de turistas.
Los grupos de animalistas también se han manifestado, indignados, por las condiciones sanitarias que significan para el aire los animales muertos. No solo es una falta a la dignidad de los propios ejemplares el tratamiento que se les da, sino que también aseguran que hay zanjas llenas de cadáveres y cuerpos descomponiéndose al aire libre. Le dicen a los turistas que esquiven los huesos cuando hacen su tour por la reserva. Los animales se convierten, así, en focos de infecciones para los espacios que comparten con los humanos. Sin embargo, los guardabosques responden a las acusaciones asegurando que hay empresas externas encargadas de llevarse los cuerpos.
Ahora, las agrupaciones de protección animal han comenzado a viralizar las fotos sobre las precarias condiciones de Oostvaardersplassen, y han llamado la atención de grupos animalistas tanto dentro como fuera de Holanda. El año pasado, la famosa primatóloga Jane Godall escribió una carta abierta al gobierno holandés, exigiendo que regularicen la situación de esos animales. La doctora también llamó a crear un programa de esterilización de manera urgente, antes de que la situación se vuelva aún más compleja para los animales de la reserva. En palabras de la propia doctora Godall: