Como estamos a unos días de presenciar la entrega de los Premios Oscar, hicimos una selección de comidas inolvidables de la historia del cine. Ya sé que no son las únicas (hay miles), pero sí las que se me han quedado grabadas en la memoria como símbolos de las propias películas.
Hay platos apetitosos, misteriosos, sexys o directamente repugnantes.
10. El vaso de leche de ‘Sospecha’
En la película de Hitchcock, Joan Fontaine encarna a una rica heredera que se huele que su marido, un vividor interpretado por Cary Grant, quiere matarla para quedarse con su fortuna. El momento cumbre de su paranoia tiene como protagonista un vaso de leche presuntamente envenenado que el galán le sube a la habitación, y que el director iluminó por dentro para dar más mal rollo todavía.
9. La sorpresita de ‘Quién mató a Baby Jane’
A esta película no le hicieron falta monstruos, ni fantasmas ni asesinos en serie para dar mucho, mucho miedo. Con la sola presencia de Bette Davis ya era suficiente. La escena del plato sorpresa que le sirve a Joan Crawford, su hermana en la película, la tengo grabada a fuego en la memoria desde que la vi de pequeño, y creo que de ella se deriva mi fobia hacia cierto animalito...
8. Hamburguesa de ‘Pulp Fiction’
El clásico de Quentin Tarantino cuenta con dos escenas memorables de hamburguesas: en una, los dos mafiosos asesinos interpretados por John Travolta y Samuel L. Johnson mantienen una charla trivial sobre la forma de llamar a las hamburguesas de McDonalds en Francia (“Royaaaaal with cheese”). En la otra, el segundo habla sobre las Big Kahunas con unos muchachos que deben dinero a su jefe. Me quedo con esta última por su insoportable
tensión y por la frase “¡hamburguesa!, la piedra angular de todo desayuno nutritivo!”.
7. Gazpacho de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’
El gazpacho más famoso de la historia del cine salió de la cabeza de Pedro Almodóvar cuando escribió el guión de su comedia más redonda. Todos sus ingredientes eran normales... salvo unos pocos somníferos añadidos por Carmen Maura. La sopa obraba efectos milagrosos en Rossy de Palma, a la que tras el sueño se le quitaba de la cara “la típica dureza esa de las vírgenes”.
6. ‘Wafer-thin’ de menta de ‘El sentido de la vida’ Con permiso de Divine y la caca de perro en Pink Flamingos, la monumental aparición del señor Creosota en la película de los Monty Python reina entre las escenas de comida más asquerosas de la historia del cine. Aparte de los vómitos, lo que más me gusta es la perversión del maître, interpretado por John Cleese, al administrar al gordo su lámina de menta mortal.
5. Huevos de ‘La leyenda del indomable’
¿Puede un ser humano comerse 50 huevos cocidos en una hora? En el cine, sí. Lo hizo Paul Newman en esta escena, cuya visión anima a convertirse al veganismo. Atención a la postura final en la que se queda el actor, sospechosamente cercana a la de Jesucristo en la cruz.
4. Tarta de ‘American pie’
Bochornoso, denigrante y desorinante: así es el momento que nos brinda Jason Biggs al ser sorprendido por su padre echándose un pay de manzana. Si esto no es una cumbre del cine para adolescentes de los noventa, que venga Dios y lo vea.
3. Codornices en pétalos de rosa de ‘Como agua para chocolate’
La comida no sólo sirve para alimentarse. Ni para dar gusto
al paladar. También vale para mantener relaciones sexuales a través de ella. Al menos eso sucede en la película de Alfonso Araú, en la que la protagonista prepara unas codornices en pétalos de rosa que ponen cachonda a toda la mesa.
2. Zapato de ‘La quimera del oro’
Charles Chaplin, un vagabundo buscador de oro, comparte una magra cena de Acción de Gracias con su compañero de cabaña consistente en una bota hervida. Pocas veces el cine ha representado el hambre de una manera tan efectiva y tan cómica.
1. Ratatouille de ‘Ratatouille’
Para el New York Times y para Ferran Adrià, Ratatouille es la mejor película sobre comida de la historia. No puedo estar más de acuerdo con ellos. De sus incontables escenas memorables, me quedo con el momento en el que el crítico Anton Ego prueba el plato en cuestión y le produce el mayor de los placeres gastronómicos que existen: el viaje a la infancia.