Un hombre del Valle de Texas fue ejecutado ayer por el asesinato en 1998 de un niño de 12 años cuya sangre dijo que bebió tras golpearlo con un tubo y degollarlo.
Pablo Lucio Vásquez declaró a la policía que estaba borracho y drogado cuando escuchó voces que lo convencieron de matar a David Cárdenas en Donna, una comunidad fronteriza colindante con el municipio de Río Bravo, Tamaulipas.
En una confesión grabada en videotape por la policía , el convicto, conocido como el ‘‘vampiro asesino’’, señaló que primero golpeó con un tubo en la cabeza al niño y después le cortó la garganta y vació su sangre para beberla porque se lo ordenó el diablo.
‘‘De repente perdí la conciencia. Empecé a escuchar voces en mi cabeza. El diablo me estaba diciendo que lo hiciera’’, reveló.
‘‘NOS VEMOS…’’
Ayer en Huntsville, cuando el guardia le preguntó si tenía una declaración final qué hacer, Vásquez, de 38 años, volteó a ver a través de una ventana donde cuatro de los parientes de la víctima lo miraban y les dijo que lo lamentaba.
‘‘Esta es la única forma en que puedo ser perdonado’’, afirmó. ‘‘Ustedes obtuvieron su justicia aquí mismo’’.
Luego, a medida que la dosis letal de pentobarbital comenzó a hacer efecto, dijo que se sentía un poco mareado. ‘‘Nos vemos en el otro lado’’, afirmó, al tiempo que levantó su cabeza de la almohada en la camilla y miró a través de una ventana donde dos de sus hermanas, un cuñado y un primo lo observaban.
Fue declarado muerto 24 minutos después a las 6:35 de la tarde, convirtiéndose en el reo número 11 en ser ejecutado este año en Estados Unidos, seis de ellos en Texas.
Registros de la Corte mostraron que Vásquez, su primo de 15 años, Andrés Rafael Chapa, y Cárdenas, amigo de Chapa, asistieron a una fiesta en Donna, poblado donde Vásquez y Chapa vivían. El homicidio ocurrió el 18 de abril de 1998 después de que los tres salieron de la fiesta.
Vásquez dijo a las autoridades que conforme los tres llegaban a un cobertizo de madera, empezó a escuchar voces que le decían que asesinara a Cárdenas.
EL TESTIMONIO
‘‘Algo me dijo que bebiera’’, dijo Vásquez en una declaración a la policía.
–¿Usted bebió qué?–, preguntó un detective.
‘‘Su sangre’’, respondió Vásquez.
Chapa se declaró culpable de un cargo de homicidio y cumple una sentencia de 35 años de prisión. Otros tres parientes de Chapa y Vásquez fueron sentenciados a libertad condicional y a pagar una pequeña multa por ayudar a encubrir el asesinato. Uno de ellos fue deportado a Guatemala.