México
Psicología, anatomía, gastronomía y semántica. A todo esto ha recurrido la Iglesia católica mexicana en las últimas semanas para argumentar contra los matrimonios homosexuales. El presidente Peña Nieto propuso en mayo una reforma constitucional que permitirá la unión de personas del mismo sexo en los 32 Estados del país. Desde entonces, las autoridades católicas iniciaron una cruzada en defensa de la familia e instrumentaron una campaña basada en ocurrencias para plantar una oposición a cara de perro a la lucha contra la discriminación del Gobierno mexicano.
La más reciente perla ha llegado de Aguascalientes, en el centro de México. El obispo José María de la Torre dijo esta semana que la homosexualidad es un modelo “ideológico... sajón, nórdico”, que ha sido implantado a toda la humanidad a la fuerza. El obispo fue más allá y se metió hasta la cocina. “¿Cómo llaman en el Distrito Federal a esos tacos con queso? Aquí decimos quesadillas y en la Ciudad de México hay quesadilla de frijoles y de flor de calabaza. Llámenles tacos de calabaza, pero no les pueden llamar quesadillas. Es algo contrario a la lógica. Llamarle matrimonio es contrario a la lógica y contrario a la naturaleza”.
De la Torre decidió utilizar la gastronomía mexicana como ejemplo —una de las más ricas y diversas del planeta— para explicar por qué la Ciudad de México, la primera entidad que aprobó el matrimonio gay, está imponiendo una visión a otros Estados. Aguascalientes es una de las regiones donde se investiga la intromisión de la Iglesia en la política. El PRI, que perdió el gobierno local, cree que el obispo operó para que el PAN triunfara en las elecciones de junio. Un grupo de priístas piensa que la propuesta de legalizar los matrimonios homosexuales en todo el país llevó a los religiosos a trabajar para favorecer a la derecha, la gran ganadora de los comicios.