En estos tiempos convulsos en lo laboral, parece lógico pensar que, para mantener el puesto de trabajo, además de ser competente y eficaz, hay que gestionar de manera adecuada nuestras emociones, es decir, gozar de un gran autocontrol. Pues bien, a las personas con altos niveles de autocontrol y responsabilidad, estas características les pasan factura en el trabajo. Esto es lo que dice un estudio de la Escuela de Negocios Fuqua, de Duke (EE UU).
Los autores ejemplifican esta situación con un personaje tipo, al que han llamado Jeanette: “Tiene una disciplina de hierro, sigue una dieta equilibrada, madruga para hacer deporte y no se olvida de sus seres queridos en días señalados. Además, cumple con sus responsabilidades familiares”. Sin embargo, “es probable que se queje de que sus compañeros tienen expectativas exageradas sobre su rendimiento, buscan frecuentemente su ayuda, sus superiores le asignan más carga de trabajo que a sus colegas en la misma posición y su pareja espera que colabore más en casa”. No es difícil que alguien se sienta identificado con Jeanette.
“La gente con esta personalidad (perfeccionistas y autocontroladores) dedican más tiempo y esfuerzo a las tareas encomendadas y a seguir buenos estándares de conducta saludable. Sus compañeros suelen pensar que les cuesta menos realizar el trabajo, por lo que ellos acaban teniendo la sensación de que su sacrificio pasa desapercibido. Al final del día, se sienten cansados e insatisfechos por las demandas de los demás”, explica Margarita Mayo, profesora IE Business School: “El tiempo y el esfuerzo puesto en ayudar a los demás resta para alcanzar los propios objetivos”.
Ocurre en la oficina, pero pasa factura en casa
Mercedes Bermejo Boixareu, directora de Psicólogos Pozuelo, considera que la clave está en la palabra exceso: “Una buena gestión emocional, o correcto autocontrol, no debería ser perjudicial. Si nos excedemos, podríamos poner en riesgo nuestra salud psicológica, e incluso física. Las personas que son enormemente rígidas tienen necesidad de controlarlo todo, son demasiado perfeccionistas, tienen un nivel de autoexigencia autodestructiva o se obsesionan fácilmente, pueden estar en riesgo de sufrir posibles patologías asociadas a la ansiedad, estrés, o incluso Trastorno Anancástico de la Personalidad: un perfeccionismo, rigidez y preocupación excesiva que interfiere en la actividad práctica diaria (según la Clasificación Internacional de Enfermedades, CIE)”.
“Es importante que la persona que se sienta así evidencie los esfuerzos extra que está realizando, para que les sean reconocidos. De no ser así, la situación le llevará a frustrarse y desmotivarse progresivamente, pudiendo llegar a padecer ansiedad o depresión”, aconseja Bermejo Boixareu, directora de Psicólogos Pozuelo, que agrega: “Ser una persona de confianza es agotador. Uno debe conocer sus límites, hasta donde puede esforzarse sin olvidar otras áreas de su vida (afectiva, familiar, social…)”. Para la experta, si no se frena a tiempo, “un exceso de exigencia mantenido en el tiempo podría derivar en problemas como el burnout (agotamiento excesivo debido al estrés), mobbing o acoso laboral, o incluso otras patologías asociadas a trastornos de personalidad”.
Porque lo que afecta en el trabajo, se lleva a casa. “El exceso de responsabilidad puede afectar negativamente las relaciones emocionales. El papel que desempeñan estas personas, de apoyo para todos a causa de su falta de queja y absoluta eficacia, puede institucionalizarse, perdiendo valor. Esto perjudica las relaciones a largo plazo”. Bermejo Boixareu coincide: “Si estas personas con alto autocontrol ayudan a sus parejas o amigos, conviene que se sientan reconocidos y agradecidos, como en cualquier otro ámbito”.
Según la Fundación para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo, un 28% de los trabajadores padece
algún tipo de estrés laboral. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que es una enfermedad peligrosa para las economías industrializadas: perjudica a la producción y afecta a la salud física y mental de los trabajadores.
Ni preocuparse por todo, ni desmadrarse
En conclusión, ¿es aconsejable ser menos responsable en el trabajo? Los expertos lo niegan. Jesús Labrador afirma que la clave está en compaginar el trabajo con otras actividades en las que la relajación o el descontrol sean posibles, incluso en horario laboral: “Son cada vez más las compañías que favorecen espacios de juego o de esparcimiento. Aunque el trabajo es siempre una actividad que entraña responsabilidad”. Bermejo Boixareau recomienda “autorregular las habilidades profesionales y desarrollar otras competencias emocionales, como motivación, autoconciencia, empatía y relaciones sociales”.
Sin embargo, hay quien defiende los altos niveles de autocontrol: “Un estudio del padre de la psicología positiva, Martin Seligman, muestra que la gente con alta auto disciplina alcanzan un mayor nivel educativo y cultural e incrementan su cociente intelectual”, cuenta Mayo. Para Jesús Labrador, psicólogo y director del Máster en Recursos Humanos de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE, “tener una gran autoexigencia es la base imprescindible para conseguir los logros que se buscan, pero hay que tener capacidad y talento para llegar a la excelencia. El equilibrio entre esfuerzo y resultado es crítico”.