Como si el helado no pudiera mejorar, en Nueva York dieron con la receta para uno aún más cremoso, denso y elástico. Como si fuera un chicle. No en uno, sino que en 17 sabores. Dentro del turismo gastronómico en la “capital del mundo”, esta es una nueva parada obligada.
Aunque se estiren y estiren, siguen siendo helados y no pegajosos como caramelos. Ahí radica su magia.
“Booza” es parte de un desarrollo de una receta de hace 500 años del Mediterráneo, muy popular en Turquía y en Grecia.
Para hacerlos así de elásticos, sus ingredientes claves con el sahlab (raíz de orquídea molida) y masilla, una especie de resina. Con la mezcla de leche, crema y azúcar, con una pala se revuelve.
“A veces digo que booza es como helado con esteroides, porque atraviesas con una cuchara y no verás ningún tipo de bolsas de aire, lo que significa que contiene más sabor por cucharada que cualquier tipo de helado que haya probado alguna vez“, dice Michael Salde, co fundador del local a Amny.
¿La gran ventaja? Este helado te asegura que no se derretirá y manchará toda la ropa. No importa cuán caluroso sea el día.
En cuanto a los sabores, el dueño dice que “estamos utilizando booza como vehículo para explorar sabores de todo el mundo: productos icónicos estadounidenses, inspiraciones mundiales y nuestras propias creaciones experimentales”.
Frutilla, miso, horchata, lúcuma y chocolate blanco son solo algunas de las creaciones.