Washington
Donald Trump evitó este jueves declarar una emergencia nacional por la ola de adicción a opiáceos que sufre Estados Unidos en los últimos años, pese a lo prometido el pasado verano, y optó por una declaración de emergencia sanitaria pública. La primera opción significaba acceso inmediato al fondo especial habilitado para desastres naturales, mientras que los recursos extra de la opción elegida están aún por concretar. Entre otras medidas, ahora se facilita el acceso a medicamentos contra la adicción. Al anunciar la medida, Trump fue fiel a su discurso y señaló a México como importante en el problema debido a la entrada de drogas. También recordó a su hermano Fred, que murió alcohólico.
Lo que en Estados Unidos llaman ya epidemia es una crisis de consumo de drogas, sobre todo heroína, que fue agravándose sobre todo desde 2012 por causas muy gaseosas y tiene a toda la plana política desconcertada. Según los datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, el abuso de estupefacientes se llevó por delante la vida de 64.000 estadounidenses el año pasado. El fenómeno afecta a zonas rurales y urbanas, también diferentes clases sociales.
“Esta epidemia esa una emergencia de salud pública”, dijo en la Casa Blanca, al formalizar la declaración. El presidente calificó de “crucial” este paso y reclamó a todos los Gobiernos y las agencias públicas involucradas que pongan cuanto antes todos los recursos a su alcance en marcha para acabar con esta lacra.
Trump, que no bebe, habló de su hermano Fred. “Tenía una personalidad mejor que la mía, pero tenía un problema con el alcohol, tuvo una vida muy, muy dura”, dijo, y añadió que él le persuadió de no beber. También sacó a colación un tema tan espinoso como su proyecto de construir un muro de separación con México y aseguró que ayudará a combatir la entrada de droga en Estados Unidos, que tiene en los cárteles mexicanos a sus principales proveedores.
Muchas muertes estaban relacionadas con una prescripción indebida de medicamentos opiáceos –hubo 216 millones de recetas el año pasado– y el uso de derivados sintéticos de estos. Más de un millón de ciudadanos tomó heroína el año pasado y 11 millones abusaron de opiáceos prescritos por médicos. Ahora el departamento de Salud tendrá que vehicular la emergencia sanitaria. Esta declaración oficial permite suavizar algunas regulaciones, flexibiliza el uso que los Estados pueden hacer de los fondos federales, potencia la telemedicina y permite priorizar recursos.
No se llevaba a cabo una medida así desde 2009, cuando se produjo el brote de gripe H1N1. Fuentes de la Casa Blanca justificaron que este instrumento se adapta mejor a las necesidades de esta crisis que una declaración de emergencia nacional, que nunca en la historia estadounidense se ha aplicado para un problema de drogas. Esta última vía hubiese permitido el acceso al fondo especial para desastres, que se acaba de reforzar ostensiblemente para hacer frente a fenómenos como los huracanes Harvey o María. Hoy por hoy, el Fondo de Emergencia Pública tan solo dispone de 57.000 dólares, por lo que el Congreso tendrá que ponerse de acuerdo en un incremento de recursos.
La situación de emergencia oficial está prevista para un periodo de 90 días, pero se pueden renovar. Tendrá efectos inmediatos en lugares como los montes Apalaches, donde, a su paso por Virginia, se han disparado las muertes por sobredosis. Los pacientes allí podrán tratarse a distancia y recibir prescripciones para medicamentos contra su adicción a los opiáceos sin necesidad de ver antes a un doctor. También se aceleraran las contrataciones de facultativos en las regiones más castigadas.
En su informe anual, presentado esta semana, la Agencia Antidroga de EE UU (la DEA, en sus siglas en inglés) dio algo parecido a un parte de guerra: entre 2010 y 2015 las muertes relacionadas con sobredosis por heroína se cuadruplicaron, hasta rozar los 13.000. Esa cifra, dice la entidad pública, puede ser en realidad un 30% superior, ya que la heroína se metaboliza en morfina en los cuerpos con mucha rapidez y eso dificulta determinar la sustancia en los análisis forenses.