La plaza central de El Rebalse ahora es una isla en medio de las inundaciones dejadas por el huracán Patricia, un lugar de descanso para María Santana Vázquez y su esposo luego de moverse en aguas que por momentos les llegaban al pecho en su intento por volver a casa.
Por todos lados, los niños nadaban, un perro pataleaba y justo antes del mediodía dos vehículos militares de suspensión elevada llegaron a la población, la primera ayuda externa desde que Patricia, el huracán más potente del que se tenga registro en el hemisferio occidental, azotó la noche del viernes y destruyó el único camino pavimentado para llegar al lugar.
Aunque la mayoría del país sintió alivio de que la tormenta no dejara muertos y solo daño marginal en el centro turístico de Puerto Vallarta y el puerto de Manzanillo, la región poco poblada de la costa del Pacífico en la que Patricia azotó con furia apenas comenzaba el domingo a evaluar los daños.
El presidente Enrique Peña Nieto dijo el sábado que entre 3.000 y 3.500 hogares resultaron dañados, así como unas 3.500 hectáreas (8.650 acres) de campo de cultivo. Pero eso fue antes de que alguna autoridad gubernamental acudiera a El Rebalse, un pueblo rodeado de plantaciones de plátano, al que reporteros de The Associated Press intentaron llegar a pie antes de optar por viajar en los camiones del ejército.
Los árboles de plátano partidos por la mitad cubrían todo el horizonte, con racimos de plátanos pudriéndose al sol.
“Lo que se va a perder es un año”, dijo el esposo de Santana, Artemio Sanmerón Sánchez, de los plantíos con los que todo el pueblo se gana la vida.
Luego, la pareja volvió al agua y desapareció. Ya habían vadeado por el pueblo vecino de Cihuatlán, a donde evacuaron. Asumen que su casa, de 15 años, quedó destruida.
En el Valle de Cihuatlán que rodea la zona, a menos de 10 kilómetros (seis millas) del Pacífico, entre 1.800 y 2.000 personas dependen directamente de la agricultura para sobrevivir, dijo Narciso de Jesús Ramírez Rubio, quien cosecha banana y es presidente de la pequeña asociación de campesinos del municipio. Eso sin contar a los familiares.
Estaba molesto de que, en su mente, Peña Nieto minimizó los daños. Dijo que únicamente con la ayuda del gobierno, los dueños de las plantaciones de bananas y mangos podrían aspirar a que sus tierras vuelvan a producir en un año. Las labores para construir diques para contener el cercano Río Marabasco comenzaron hace tres años, pero la obra aún no se completa.
“Esto es una destrucción total”, dijo Ramírez mientras veía a los soldados trabajar para que un camino destruido quedara transitable. “La agricultura es la fuente de empleo principal, junto con el turismo”.
La Marina mexicana emitió un comunicado en el que se informa que 5.791 marinos, 192 vehículos, siete aeronaves, tres embarcaciones y ocho cocinas móviles trabajan para ayudar a los afectados por la tormenta.
Patricia tocó tierra como un poderoso huracán categoría 5, con vientos máximos de hasta 320 kilómetros por hora (200 mph), y llegando a la costa la tarde del viernes con vientos de 265 kilómetros por hora (165 millas).
Tras el paso del viento y la lluvia, el río entró por una zanja detrás de la plantación de bananas en la que Martha Gutiérrez y su esposo han vivido y trabajado durante nueve años. Era la 1:20 de la mañana y la familia se las ingenió para llegar a otra residencia con un segundo piso. No habían evacuado antes de la tormenta porque querían cuidar a sus animales. Al final, cinco de sus seis cerdos se ahogaron y la casa quedó destruida.
“Ni para comer tenemos”, lamentó Gutiérrez. (EL REBALSE, Jalisco)