En Buenos Aires diluvia, hace frío, pero el Obelisco, algo similar al Ángel de la Independencia, se va llenando de aficionados hasta las dos, tres de mañana.
Tanta gente o más que en el propio Monumental, que tuvo la noche más feliz de sus últimos 19 años. Ese estadio que tres años atrás vivió descenso, reinventado por Marcelo Gallardo y acompañado por una multitud que hubiese llenado cinco, 10 Monumentales.
Un espectáculo inolvidable para uno de los equipos más grandes de Argentina. Chicos llorando de emoción, porque por primera vez en su vida vieron a su club como rey de América. Y no tan chicos también, ya se habían olvidado de los dos goles de Crespo al América de Cali en el 96. Y viejitos, reviviendo epopeyas del pasado.
El Monumentalazo no fue felino sino de River, festejando bajo el diluvio y la lluvia. (Buenos Aires, Argentina)