"¡No llores por mí Argentinaaa!".
Así, con ese canto que casi ni se escuchaba a su llegada al estadio, los aficionados franceses se multiplicaron de repente al final y volvieron a entonarlo con más fuerza.
Porque en efecto, con lágrimas se despidió Argentina de la Copa del Mundo. Se diluyó el sueño de Lionel Messi y sus compañeros de ser campeones, por lo menos no ahora, no en Rusia.
Francia acabó con el intento argentino de ser todo corazón, lo derrotó 4-3 con la fórmula que un día antes desdeñó el técnico albiceleste, Jorge Sampaoli, y que en cierto modo inquietaba al galo Didier Deschamps: la juventud.
Porque esta vez la experiencia quedó a un lado. De poco valió la colección de torneos y partidos de la gran parte de los seleccionados argentinos cuando apareció Kylian Mbappé.
La frescura del delantero del PSG acabó con lo que había sido un partido de toma y daca, de vaivenes y volteretas, y de goles espectaculares.
Mbappé hizo los propios y le dio otro capítulo al juego, el de la victoria.
Al 64', se sacudió la marca sudamericana, recortó tras recoger un balón en disparo de Blaise Matuidi y venció a Franco Armani.
Cuatro minutos después, aprovechó el trazo de Oliver Giroud y mató a Argentina.
Antes, un duelo de pegar y recibir. Francia lo hizo primero con un penal que cobró Antoine Griezmann y Argentina dio la vuelta con el disparo lleno de estética de Ángel Di María, y con el pie de Gabriel Mercado metiéndose en tiro de Lionel Messi para lo que era la algarabía albiceleste.
Pero Benjamin Pavard también quiso pasar a la historia con un gol de alta manufactura, disparo de volea al ángulo argentino al 57'.
La trama parecía mantener la ida y la vuelta en ambas áreas hasta que Mbappé resultó más efectivo que Messi.
Todavía hubo una esperanza con el remate de Sergio Agüero para el 4-3, pero era ya tarde, Kylian y la juventud francesa, la supuesta inexperiencia, sellaron el pase de abordar para el regreso de Leo a casa.