Aurelio Casillas es un gran peso sobre su espalda. Ahora que “El Señor de los Cielos” inicia su cuarta temporada Rafael Amaya recuerda varias cosas: que al principio no pensaban siquiera llegar a la segunda, lo difícil que fue sacar la primera, su viaje a Sinaloa para documentarse y los libros que leyó antes de convertirse en el capo de la droga —“El Cártel”, de Jesús Blancornelas, dice, es su favorito—.
Pero más allá de los libros, su propio pasado lo hizo comprenderlos de alguna manera. “Yo vendía botes, robaba los tapones de los coches y hacía un montón de cosas de adolescente, jugando, para juntar para mis tenis, para estar igual a los de la escuela porque el bullying existe desde hace mucho tiempo.
“Nadie conoce esa parte de mi vida, nadie sabe que yo tenía muchas carencias, que llegaba a mi casa a pie, era el hermano menor, cuando llegaba, la comida ya no estaba, agarraba las sobras y ahí cocinaba lo que podía. Lo que tenía que hacer era buscar la comida afuera, ahorita me ves muy catrín con mi sombrerito aquí sentado pero pues en realidad allá en el pueblo pues el barrio, es otra cosa”.
El actor dijo no tener miedo de quedarse encasillado como Aurelio Casillas, a quien cuatro temporadas después define como un hombre que ha luchado solo, que ha sufrido bastante, con una vida que definitivamente él no quisiera. Afortunadamente él sí puede llegar a su casa, quitarse el personaje, jugar con sus perros, molestar a su hermana y seguir siendo Rafael Amaya.