Donald Trump, posible futuro presidente del país más poderoso del mundo, tiene una virtud. La franqueza. A diferencia de casi todos los demás políticos, ni se mide, ni se corta. Insulta a las mujeres, a los negros, a los musulmanes, a los hispanos, al presidente Obama, a Hillary Clinton, a sus rivales para la candidatura presidencial republicana, y a sus esposas, pero es fiel a sus impulsos. Dice lo que piensa.
Veamos lo que el magnate multimillonario le dijo el miércoles a un grupo de estudiantes universitarios en Wisconsin. “Descubrirán cuando lleguen a tener mucho éxito que la gente que les caerá mejor será aquella que es menos exitosa que ustedes. Porque cuando te sientas a una mesa les puedes contar todo tipo de historias maravillosas y te escucharán. ¿Tiene sentido lo que les digo? ¿Ok? Siempre hay que estar rodeado de gente sin éxito porque te respetarán. ¿Lo entienden?”.
Esto lo leí en la página web del respetado diario Politico, publicado en Washington. Repasé el artículo tres veces para asegurarme de que no era una broma. Para estar aún más seguro miré el video. Lo dijo en el video también. Y al hacerlo dio una curiosa pista del por qué de su triunfo no sólo como empresario, sino como figura política.
Según todos los análisis, los devotos de Trump pertenecen precisamente a aquella clase de gente que a él le cae mejor, los que han tenido poco éxito material en la vida. Un enorme porcentaje de los que son blancos y han perdido su empleo, o temen perderlo, o que han perdido poder adquisitivo porque sus salarios han estado congelados durante más de una década.