Cualquier persona que se haya subido al transporte público sabrá que pocas cosas son tan parecidas a lo que sería el infierno; especialmente en hora punta, cuando la peor cara de la gente sale a la luz. A muchos no les importa que junto a ellos vayan decenas de personas más, que no los conocen, prefieren sentirse cómodos en todo momento aunque eso signifique hacer cosas un tanto extrañas.
Esas cosas pueden ser desde toser sin cubrirse la boca hasta cosas más terribles como tocarse en frente de todos o llevar cosas muy llamativas junto a ellos.