La inteligencia artificial está alterando la economía y el mercado laboral a escala mundial. La posibilidad de incorporar herramientas que permitan realizar de manera más eficiente y segura toda una serie de tareas supone un cambio de calado para las organizaciones. Según un reciente estudio de la consultora McKinsey, aunque “menos del 5% de las profesiones se pueden automatizar totalmente, el 60% tienen por lo menos un 30% de actividades automatizables”. Esto explica una revolución que también ha llegado al sector legal, normalmente más conservador, pero que está viviendo, en pocos años, una acelerada transformación tecnológica, que ya incluye el uso de sofisticadas herramientas para agilizar procesos y optimizar recursos.
Según explican desde Garrigues, “dentro de un despacho hay infinidad de tareas que consumen mucho tiempo a los profesionales y aportan poco valor, como transcripciones que proceden de los juzgados, revisión de contratos a gran escala, extracción de datos de diferentes documentos o revisión de notas simples”. Labores que la inteligencia artificial permite automatizar, aumentando la productividad de los profesionales, con más tiempo para aportar valor añadido a los clientes.
Sergio Garrido, socio responsable de los servicios de robotización de EY Abogados, explica que “el despacho está aplicando técnicas de robotización a los servicios legales y fiscales para reducir el tiempo de ejecución y el costo de los procedimientos administrativos y para liberar a los profesionales de la realización de tareas de carácter repetitivo”. Señala que “los procesos robotizados suplen la actuación del letrado en aquellas actividades mecánicas donde no es necesaria la aplicación del criterio humano y, en general, en todas las áreas que no aportan valor o no requieren de toma de decisiones”. Pone algunos ejemplos: “Esta tecnología se está aplicando especialmente en procesos masivos como la gestión de activos, las reclamaciones en masa o las solicitudes de recuperación del IVA de impagados”. Según asegura, todo ello les ha permitido “reducir un 75% del esfuerzo asociado a la gestión de la documentación del cliente, minimizando, además, la posibilidad de cometer errores”.
El despacho Baker McKenzie, que ha lanzado un programa global de innovación basado en el aprendizaje automático o machine learning y la transformación de los servicios mediante design thinking, está utilizando “desarrollos relativos a inteligencia artificial para optimizar algunos de los productos que ofrecen a los clientes para mejorar la eficiencia y competitividad de los servicios”. Desde la firma apuntan que “la inteligencia artificial ha despertado un gran interés aunque, a día de hoy, los bufetes la están utilizando principalmente en tareas de búsqueda y localización de extracción electrónica, procedimientos de due dilligence y revisión de contratos”.
GRANDES RETOS
La implantación de tecnologías de este tipo plantea también toda una serie de retos para los despachos. En primer lugar, la inversión no es sólo en la herramienta que se utilice sino que implica, sobre todo, dedicar importantes recursos humanos a entrenarla y aprender a manejarla. “El entrenamiento es mutuo entre el abogado y la herramienta y eso es algo positivo”, apunta Francesc Muñoz, director de tecnologías de la información de Cuatrecasas. Además, este experto explica que, aunque los sistemas de inteligencia artificial que se están comercializando son, en principio, “agnósticos en cuanto al idioma”, están diseñados en inglés, por lo que requiere un trabajo extra de adaptación al español, así como al lenguaje jurídico específico.
Precisamente en ese proceso se encuentra Uría Menéndez, que ha llegado a un acuerdo comercial con dos de las herramientas más conocidas en el mercado legal, Luminance y Ravn, a las que está dando un entrenamiento básico en la tarea de revisión de contratos y documentos legales en español que calculan que tendrán listo para final de año y que permitirá a las empresas titulares de los citados sistemas comercializarlos en español entre otros despachos.
Según Santiago Gómez Sancha, director de Sistemas de Uría Menéndez, el entrenamiento se va a realizar para las cláusulas más habituales que aparecen en due dilligence, compraventas o financiaciones. “Se ha proporcionado a los sistemas varias versiones distintas de las cláusulas principales que serán la semilla del conocimiento automatizado”, detalla. Con este conocimiento previo cargado en los sistemas, se van presentando contratos y documentos jurídicos que son analizados y permiten detectar las cláusulas. Los abogados de Uría validan o corrigen la catalogación de la cláusula y, en coordinación con los ingenieros de los sistemas, afinan los algoritmos de detección de las mismas informándoles y ayudándoles con las sutilezas del lenguaje. Superada esta fase inicial de entrenamiento, desde la firma continuarán profundizando en el proceso, desarrollándolo ya para las nece sidades propias del despacho.