San Marcos, California
En una especie de gran refugio bajo tierra sin ventanas, decenas de vaginas de goma están apiladas en cajas, clasificadas según la forma de los labios. Más allá, hay pechos y pezones, divididos por tamaño y color.
Cuerpos desnudos, todos diferentes pero con la misma pose sugerente, cuelgan de cadenas enganchadas a los cuellos sin cabeza. Quizá no es el mejor sitio para quedarse encerrado por la noche, pero es un lugar perfecto para ponerse a hablar del futuro de la humanidad.
El lugar está en un suburbio de San Marcos, cerca de San Diego, California. La empresa se llama Abyss y aquí se fabrican las muñecas sexuales más realistas anatómicamente del mundo, según sus responsables.
De cerca, los ojos pintados a mano tienen un realismo sorprendente. El tacto, sin dejar de ser goma, es suave y poroso. Se comercializan bajo el nombre de RealDoll y cuestan entre 4,000 y 8,000 dólares dependiendo del nivel de personalización. Hay versiones masculinas. Este lugar no es una fábrica. Es un taller artesano donde los productos se hacen uno a uno por encargo y se envían a clientes de todo el mundo, incluido Hollywood.
CASI HUMANA
En el taller de McMullen hay una muñeca que no se parece a las demás. Le salen cables por el cuello y está conectada a un iPad. Es la nueva muñeca Harmony, el primer producto de este tipo equipado con inteligencia artificial.
Mueve las cejas, la boca, mira y gira la cabeza. Pero la novedad está en el cerebro, una aplicación en la que el usuario podrá programar qué tipo de personalidad quiere para la muñeca.
A través de la inteligencia artificial, Harmony irá conversando y aprendiendo sobre los gustos del usuario. “Vamos a darle al cliente herramientas para crear su propio personaje”. La cabeza Harmony costará 8,000 dólares y se puede montar sobre cualquier cuerpo de RealDoll.
Vivimos ya en la era de la inteligencia artificial. Desde la red social que sabe lo que nos gusta ver por las mañanas hasta el servicio de streaming que anticipa qué película nos apetece ver.
Proyectos como el de McMullen pueden ser una anécdota en la evolución de los servicios de inteligencia artificial, o pueden ser uno de esos momentos que recordaremos como el principio de algo. Los primeros robots sexuales. Robots no en el sentido de la articulación, eso ya llegará, sino de su capacidad de interactuar con humanos, responder a sus estímulos y aprender de ellos.
“Es más profundo de lo que la gente piensa. No es pornográfico. Yo quiero hacer arte, me da igual si es una vagina o un pene”. Así es como ve su producto.
COMO LAS PORNO
En el caso de Abyss, McMullen explica que se niegan a aceptar encargos de muñecas que se parecen a alguien. Tienen modelos de estrellas porno famosas como Stormy Daniels, pero para ello han licenciado su imagen.
Para reproducir a una persona real el cliente debería llevar un permiso expreso de esa persona, y aun así se lo pensarían, afirman.
“A veces la gente pide una muñeca azul, con orejas de elfo, cosas de fantasía”, explica McMullen. Eso lo hacen. “Una vez un cliente nos pidió que hiciéramos una muñeca cubierta de pelo de arriba abajo, como un licántropo. No lo hicimos”.