Hace 6 días un hombre bien vestido que esperaba el camión en la esquina, cerca de mi casa, se bajó el cierre del pantalón y me mostró su aparto reproductor.
Me di la vuelta y me escondí en la esquina hasta que vi a un velador para reportar el incidente. Una vez que el camión llegó y ya medirigía camino al centro, mis pensamientos se pusieron en marcha.
Aunque algunos podrían decir que fue algo ‘inofensivo’, me convertí en una participante no dispuesta de una acción no consentida que le ayudó a consumar sus deseos sexuales. De la nada, volví a mis años universitarios. La diferencia es que hoy, 5 años después, sí estoy lista para compartir mi historia:
Era una esta universitaria normal a principios de septiembre. El dormitorio era grande. Mientras algunos se iban, más mujeres en faldas rotas y hombres con jeans rasgados llegaban a ocupar sus lugares. Me quedé con mi compañera de cuarto y mis amigos cerca de la televisión, al lado de la cocina. Un tipo con ojos verdes pequeños y un gorro de beisbol puesto al revés me trajo un trago en un vaso rojo, comentó algo sobre la música y desapareció.
Cuando la esta se estaba terminando, quienes quedaban estaban sentados en el cuarto principal.
Yo me fui al baño que estaba al nal de un pequeño pasillo y que tenía dos camas a cada lado. Cuando salí del baño, el hombre de ojos verdes me tomó y me empujó a través de la puerta derecha. La oscuridad me abrumó a medida que todo se volvía confuso. Me empujó, me quitó la camisetay me tiró a una de las camas. Después de eso todo se fue a negro.
Lo único que recuerdo después es yo caminando hacia mi cuarto y la urgencia de la voz de mi compañera.
Sus ojos muy abiertos mientras me preguntaba: “¿Estás bien? ¿Qué te pasó?”.
No entendía de qué me hablaba. Me dijo que me mirara en el espejo.
Había marcas púrpuras y rojas en la piel de mi cuello, en mis hombros, en mi pecho y en la parte superior de mis piernas. Me di la vuelta y vi como los moretones continuaban en la parte trasera de mi cuello y en mis omóplatos. No sentía dolor, sólo una sensación extraña en la parte baja de mi cuerpo. Tiré mi ropa en una esquina, me tomé una pastilla y me fui a la cama, esperando despertar con más claridad sobre el asunto.
A la mañana siguiente, lo primero que hice fue bañarme y dejar mi ropa en la lavandería. Lo primero de lo que me di cuenta: necesitaba una pastilla de anticoncepción del día después, afortunadamente la podía conseguir en la farmacia más cercana. Comprarla y ver la sonrisa burlona del farmacéutico sólo hizo peor la experiencia de tomar la pastilla. Pasé el día en cama viendo realities para intentar calmar mi mente.Mi cuerpo estaba totalmente sensible. Y al mismo tiempo no sentía nada. Los moretones no me empezaron a doler hasta un par de días después. Los cubrí con ropa, bufandas, maquillaje y algunas pastillas para el dolor. Nadie notó nada. Mi compañera de cuarto nunca más hablo del tema, pero cada cierto tiempo me topaba con mi abusador cuando iba a clases y lo evitaba discretamente.
En los meses que quedaban de mi primer semestre me convertí en alguien desconectada de sus emociones, era sólo la cáscara vacía que contenía a una persona. Creé una fachada que convenció a todos, incluso a mí misma, de que era normal y que nada había cambiado. Racionalizaba mis problemas diciéndome que había personas que la pasaban mucho peor que yo y que no era algo tan terrible.
Me volví descon ada con quienes me rodeaban y siempre asumía lo peor de los demás. Comencé a tener ashbacks que duraban 3 segundos con imágenes de mi cabeza en el cabecero de una cama. Casi fui expulsada de la universidad debido a mis notas, lo atribuía todo a mi ineptitud como estudiante. Mi consejero y mis padres sugerían que podía ser que tuviese di cultades para ajustarme. No importaba que tan valiente intentase ser o lo mucho que me esforzara por hacer mis cosas y pretender que no pasaba nada, el dolor se manifestaba de formas inesperadas.
Me acosté con diferentes hombres para tener algún sentido de normalidad en mi vida, era uno de las pocas situaciones en las que sentía con anza en mí misma. Al año siguiente me enamoré, sin esperarlo, de uno de mis amigos. Él era cariñoso y sensible, pero tenía una ventaja. Nuestras conve rsacione s usuales se volvieron más coquetas y la atracción que sentíamos se hizo más fuerte, todo esto nos llevó a una noche en la que nalmente estuvimos juntos. No sabíamos donde terminaría lo que estaba pasando.Más tarde, nuestra relación se volvió más seria. No mucho después nos dimos cuenta que estábamos enamorados. Aún tenía problemas con el tema de la intimidad y me tomó un tiempo sentirme cómoda, pero él aprendió a ser paciente. Un par de meses atrás un amigo cercano me dijo que una de nuestras amigas había, sin saberlo, pareja de mi abusador. Sentí como el alma se me caía a los pies y rompí a llorar. Una ráfaga de emociones abrumadoras salió de mí y fue a parar a mi almohada en forma de lágrimas, algo que duró horas. Me costaba levantarme y rápidamente caí en una profunda depresión.
Era una alarma de que las cosas tenían que cambiar. Enfrentarme al pasado ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho ya que tuve que destruir la pared que había construido que me hacía posible negarme todo. Sólo recuerdo una porción muy pequeña del ataque en sí. Lo que sí recuerdo vívidamente son los momentos previos al momento: Recuerdo la reacción de mi compañera de cuarto, recuerdo mi cabeza junto con la cabecera de la cama. Tenía que enfrentarlo: los moretones eran reales, el trauma era real y el ataque había sido real. No podía seguir pretendiendo que no había pasado nada, estaba lista para hablar.
Mi compañera de cuarto de la universidad y yo tuvimos una conversación larga que habíamos necesitado hace mucho. Ella recordaba que esa noche no había sido nada especial, pero se acordaba muy claramente cuando de la nada aparecí llena de moretones, con una actitud que demostraba que nada me importaba. Ella sospechaba algo, pero nunca se imaginó lo peor. Se arrepentía de no haberse dado cuenta en ese momento, pero tengo que decir que también le oculté lo que había sucedió lo más que pude.