METAPA, México
Unos 200 elementos de la policía militar y federal, así como agentes de migración, impidieron el avance de unos 1.000 migrantes centroamericanos que el miércoles caminaban por una carretera del sur de México, un nuevo ejemplo de lo que parece una postura más dura de contención ante los intentos de usar al país como vía para llegar a la frontera estadounidense.
El grupo de migrantes, que incluía a muchas mujeres y niños, partió temprano de Ciudad Hidalgo, en la frontera entre México y Guatemala, y se dirigió a Tapachula. La policía local y estatal escoltó a la caravana.
Las autoridades cerraron la carretera cerca del municipio de Metapa, ubicado a unos 18 kilómetros (11 millas) de Tapachula.
Los agentes, que no estaban armados, forcejearon con algunos migrantes que se resistieron, pero la mayoría cumplió las órdenes y abordó los autobuses o las camionetas de la agencia de migración. Unos migrantes se desmayaron y cayeron al suelo. Un joven que se desvaneció fue trasladado para recibir atención médica.
Algunos padres de familia se sentaron sobre el pavimento con sus niños, llorando y rogando a las autoridades que no se los llevaran. Otros saltaron unos cercos de alambre y corrieron hacia el espeso bosque junto a la carretera.
Un funcionario de inmigración en el lugar, que no estaba autorizado para hablar públicamente y pidió el anonimato, dijo que en un principio los migrantes serían llevados a un centro de detención de inmigración en Tapachula.
Por la tarde, el Instituto Nacional de Migración indicó que tras dialogar con un contingente de personas que cifró en unos 420 migrantes, “las personas extranjeras accedieron a trasladarse en el transporte que el Instituto proporcionó para llevarlos a la Estación Migratoria Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas, donde se realizará el procedimiento administrativo correspondiente y en su caso, llevar a cabo el retorno asistido a sus países de origen”.
En los últimos meses, México ha lanzado redadas y ha establecido retenes para desalentar las marchas masivas de migrantes como las que ocurrieron en 2018 y a comienzos de 2019, pero el problema es que la infraestructura para detenerlos, retornarlos o gestionar eventuales permisos está totalmente desbordada.
Los migrantes dicen que están tratando de llegar a la frontera estadounidense a fin de pedir asilo allí.
Esta nueva acción de las fuerzas del orden tuvo lugar cuando el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, se encontraba en Washington para negociar una salida que evite la imposición de aranceles a las importaciones mexicanas por parte de Estados Unidos, la amenaza lanzada por el presidente Donald Trump si México no frena el flujo de migrantes que viaja por su territorio. Las conversaciones continuarán el jueves.
El año pasado, miles de migrantes comenzaron a viajar hacia el norte desde Centroamérica en caravanas que crecían a medida que atravesaban México, lo que irritó a Trump. Los migrantes optaron por esta forma de migrar porque es manera más segura de trasladarse y les evita tener que pagar cuantiosas sumas a los coyotes, los traficantes de personas.
Los migrantes que salen en caravana representan apenas una fracción del flujo migratorio normal pero, al ser muy visibles, se han convertido en símbolo de lo que Trump califica como una crisis en la frontera entre México y Estados Unidos.
Las primeras caravanas fueron recibidas con agrado en poblados del sur de México, pero al irse multiplicando, las comunidades se quejaban de que no tenían los recursos para seguirlos cuidando y alimentando.
Muchos de los migrantes dicen estar huyendo de la violencia, las extorsiones y la corrupción de Guatemala, Honduras y El Salvador. Además de eso, una devastadora sequía ha estado afectando a partes de la región, especialmente las áreas rurales.
México les ha ofrecido opciones para quedarse legalmente en su territorio, pero la mayoría prefiere cruzar a Estados Unidos, donde pueden ganar más dinero o reencontrarse con familiares. (AP)