Quienes viven en las calles de la ciudad y carecen de sus facultades han perdido sus nombres reales, en sustitución son llamados "loquitos", deambulan buscando alimento ó refugio, solo ellos saben quiénes son, de dónde vienen y cuál es su objetivo.
Tal es el caso de quien se identifica como Rodolfo Ayala, un hombre de 47 años, de tez morena, barba y de aspecto desalineado. vive en un taller automotriz desde hace 18 años cuando llego a él en búsqueda de alimento y agua.
Tras varios intentos por llevarlos a casas de albergue, búsqueda de nexos familiares y de relaciones, el señor Juan Javier Miranda Rodríguez decidió adoptarlo como miembro de su familia, celebrando su cumpleaños, navidades y otras fiestas con él. "Cuando llegamos le dimos un cuarto pero por su problema mental nos lo quemo, a él le gusta ser libre, lo llevamos a que se corte su cabello, lo llevamos a comer, le tomamos un cariño especial".
A él se le conoce como "El profe" o "El matemático" ya que afirma ser un experto en los números, su platica se basa en experiencias vividas en Topo Chico en Monterrey, pero al ser cuestionado de su familia se niega a contestar.
Su caso es uno más de los cientos que hay en la ciudad, aunque él es considerado una excepción al haber encontrado albergue con personas que lo estiman.
Hay por ejemplo, en los alrededores del canal Anzaldúas una mujer que casi semidesnuda encuentra hogar en las banquetas, tejiendo flores de hilo que vende para alimentarse. "No sé como se llama la escuela pero yo voy, tengo lápices y me dan material, hoy comí 2 taquitos, estoy esperando que me den más porque ya casi es hora" dijo al ser cuestionada sobre su familia.
Otro caso similar, es el de "el vigilante" un hombre de aproximadamente 35 años que al cruce de las calles J.B Chapa y Zaragoza encontró refugio, entre las paredes frías y sin techo de un inmueble abandonado.
Se negó a ser fotografiado porque dice "se roba su alma", él se dedica a pedir limosna a los automovilistas que se estacionan en el primer cuadro de la ciudad.
Los rostros de estas personas abundan en la ciudad, están por todos lados, saliendo del restaurante, enfrente de algún hotel o incluso a lado de viviendas particulares.
Tan solo en el albergue "Santísima Trinidad" a diario llegan hasta 40 por día, ahí aprovechan para bañarse, alimentarse y pasar la noche seguros.
Aunque la mayoría opta por volver a las calles, encontrando en las paredes sin techo un hogar. "No se quedan, aquí, nosotros no los podemos obligar a hacer algo contra su voluntad, calculamos que existe más o menos un indigente por colonia, aquí llegan varias veces los mismos, y cada una de esas veces los recibimos con los brazos abiertos". Expresó Adolfo Sevilla Peña, presidente del patronato.
Y aunque no existe una razón del porqué estas personas terminaron en las calles, Adolfo pide a la ciudadanía que se los encuentre no darles dinero ya que en la mayoría de los casos lo utilizan para comprar drogas, alcohol u otras sustancias que empeora su situación.
Es mejor, afirmó, guiarlos a un hogar provisional.