“Todo tiempo pasado fue mejor” frase que mejor retrata él cuando los niños jugaban a otras cosas.
Esas cosas eran cosas de madera, vidrio redondo, papel, tijeras, tierra, pozos y pedazos de madera.
El popular Shanghái, el pósito matón, las canicas; las comiditas, las muñecas, o el trompo, balero, lotería, adivinanzas y hasta “desaparecer nubes con la mirada “ y de noche “contar estrellas”.
No había Nintendo, juegos de computadoras ni casas de video juegos.
El placer lúdico era más cercano, afectivo, de contacto físico cómo los encantados, las escondidas y el “burro bala “.
Evocación de cuentos de brujas, espantos, chistes “fresas o rosas”.
De todo se reían los pequeños de ayer y adultos de hoy.
En la orilla de la banqueta, en el portón, la cochera sin coche hasta que mamá gritaba “ a cenar” o a dormir y a regañadientes los grupos como por arte de magia se disolvían y la calle solo quedaba alumbrada por una tímida luz mercurial en silencio que de madrugaba rompía el silbato del “sereno” o del “veeeelador”.
Las rondas infantiles que se practicaban en todas las escuelas primarias y que luego en “feroz competencia llenaban la plaza de toros Reynosa”.
Las competencias atléticas de saltos de longitud y de altitud o de garrocha.
Los juegos de voli, los trompos y las suertes con el balero como la de “mil” que era la más difícil.
Muñecas, mamá y papá y a las comiditas.
Antecedentes de la función familiar del