Lo lógico es que estar concentrado te ayude a trabajar, a ser más productivo y a hacer mejor las cosas. Pero multitud de investigaciones señalan que la atención sostenida que podemos mantener es reducida: el tiempo máximo que podemos estar atentos es de 20 minutos, aunque algunos llegan hasta los 90. A partir de entonces se reduce la capacidad para prestar atención de forma productiva: el enfoque excesivo agota los circuitos de tu cerebro. Por eso ahora algunos expertos recalcan los beneficios de divagar, de estar un rato al día sin hacer nada en concreto, de perder el tiempo cuando podamos para rendir mejor cuando nos toque.
Parece que nos cuesta trabajo no pensar en nada, incluso fuera de la oficina. Llenamos los viajes en el transporte con las consultas al celular, los paseos con música o conversaciones, los domingos por la tarde con la tele. Nos resulta complicado estar solos, sin hacer nada, sin nada con lo que rellenar nuestro tiempo.
Pero esforzarse por estar constantemente atento a algo puede drenar tu energía, hacerte más impulsivo y contribuir a perder el autocontrol. Esto puede derivar en decisiones poco pensadas y menos colaborativas que afecten al negocio, también puede afectar a nuestras interacciones con los compañeros, la calidad del trabajo y la forma en que dirigimos a los demás.
Pero lo cierto es que no podemos trabajar desconcentrados, entonces ¿dónde está el equilibrio? Lo ideal es tomarse un rato al día para, literalmente, no hacer nada. “Estar distraído te ayuda a que las fuerzas externas no definan tu estado de ánimo. Todo a nuestro alrededor nos afecta, por eso desconectar es bueno”, explica Peter Bregman, experto en coaching. La clave para conseguir beneficios es hacerlo de forma regular, unos minutos al día todos los días. “Esto ayuda a evitar horas de tiempo perdido en pensamientos improductivos, comentarios poco constructivos y acciones poco estratégicas”, cuenta Bregman.
Desconectar nos permite actualizar la información en el cerebro, dándonos acceso a partes más profundas de nosotros mismos y aumentando nuestra agilidad, creatividad y toma de decisiones. De acuerdo con investigaciones recientes, tanto el enfoque como el desenfoque son vitales. El cerebro funciona óptimamente cuando hace estas transiciones, lo que le permite desarrollar la resiliencia, mejorar la creatividad y tomar mejores decisiones.
El responsable de los beneficios de dejar la mente en stand by por un tiempo es un circuito cerebral llamado “red neuronal por defecto” que solo se enciende cuando dejas de prestar atención activa. En ese momento en que se supone que has dejado de lado la tareas que estabas realizando y tu cerebro está en reposo es cuando empieza la marcha. Bajo este radar inconsciente del cerebro, se activan recuerdos antiguos y se recombinan diferentes ideas.
Esta red une zonas del lóbulo parietal, temporal medial y prefrontal, que son zonas relacionadas con la memoria y la planificación. “Por eso se cree que este tipo de red por defecto tiene como utilidad hacer planes o predicciones futuras basadas en recuerdos y experiencias de las que a veces no nos acordamos pero que afloran en ese estado de ensimismamiento”, explica Bea Mangas, neuropsicóloga. Usando estos datos nuevos y previamente inaccesibles, puedes llegar a soluciones creativas, lo que conduce a una mejor toma de decisiones, a sintonizar el pensamiento de otras personas, mejorando así la comprensión y la cohesión del equipo.
Esta sensación de “soñar despierto” y dejar que el cerebro tenga pensamientos aparentemente inconexos proporciona la desconexión necesaria para ser capaces de concentrarnos otra vez: la mente se refresca casi como cuando dormimos. Activar esta red neuronal por defecto es una manera últil de hacer el tiempo muerto más tolerable y productivo.