Quieren regular cultivo de amapola para frenar el narco

No sólo por el tráfico de heroína y otras drogas, también porque ello se suma a su pobreza atávica, al abandono institucional y proliferación de la delincuencia

Chilpancingo, Gro.

En una toma de postura insólita en México, donde el debate sobre drogas se limita a la legalización de la mariguana, el gobernador del Estado de Guerrero, Héctor Astudillo, ha declarado que se debería considerar la posibilidad de regular los cultivos de amapola para uso médico, con el objetivo estratégico de quitarle su negocio a los cárteles de la heroína. “Se podrían hacer pruebas piloto. Creo que ayudaría a bajar mucho el nivel de violencia”, dijo.

Guerrero, en el sur del país, es el epicentro de la guerra mexicana del opio. Con la heroína ganando mercado a ritmo epidémico en Estados Unidos, el crimen organizado sabe que el nuevo maná es el polvo marrón y lucha a degüello por controlarlo. Y en México, la principal fuente del maná son las remotas montañas de Guerrero, donde la autoridad pública es tan débil como voraz la rebatiña de los cárteles por el terreno, como dramática la cuota que paga la población.

No sólo por el tráfico de heroína y otras drogas, también porque ello se suma a su pobreza atávica, al abandono institucional y a la proliferación general de la delincuencia común, Guerrero se ha vuelto la zona más violenta de México. Según datos oficiales, su tasa de homicidios en 2014 fue de 47 asesinatos por cada 100 mil habitantes, el triple que la media nacional.

Y la crisis va a más. Si bien no se ha publicado el índice porcentual de 2015, el investigador Alejandro Hope apunta que el año pasado en Guerrero los homicidios crecieron un 30 por ciento (unos 2 mil asesinatos en total en una población de tres millones y medio) frente al 7 por ciento de subida nacional.

El descalabro de la región tiene dos referentes paradigmáticos. Uno rural, la desaparición en 2014 de 43 estudiantes, y otro urbano, la degradación de Acapulco de perla turística en el municipio con la mayor proporción de asesinatos de México. Acapulco plasma el mal de Guerrero en su parte costera, en el Pacífico, mientras el caso de los estudiantes sintetiza su forma rural.

Los jóvenes desaparecieron a manos de policías corruptos y narcos compinchados en la pequeña ciudad de Iguala, un feudo estratégico en disputa. Una de las hipótesis es que los estudiantes, que se estaban organizando para una movilización en la Ciudad de México, se habrían apropiado de un autobús comercial que, sin ellos saberlo, iría cargado con un alijo oculto de heroína.

Astudillo, elegido en 2015 como candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el mismo que el del presidente de México, Enrique Peña Nieto, ha subrayado que su postura es personal, un deseo y no, por el momento, una iniciativa formal. “Es una idea más, tampoco estoy llevando el tema a la ONU”.

El representante regional de la ONU en materia de droga, Antonio Luigi Mazzitelli, considera que la regulación del opio no es el camino para Guerrero. “Lo que se necesita es una intervención integral: actividad económica, carreteras, escuelas, puestos de salud, seguridad pública y Estado de Derecho”. Añade que existe una “sobreproducción mundial” de opio para morfina y otros derivados farmacéuticos –regulada desde 1912– y que México no tendría mercado.

Mientras tanto, la diáfana lógica del consumo marca la dirección de los cultivos clandestinos. El mercado de Estados Unidos requiere heroína y México sube el ritmo de producción. Si entre 2007 y 2010 el Ejército mexicano destruyó 272 mil sembradíos de amapola en todo el país, entre 2011 y 2014 fueron 427 mil. Un dato reciente subraya el crecimiento exponencial de la industria del opio: tan sólo en Guerrero, entre octubre de 2015 y febrero de 2016 el Ejército encontró 41 mil  plantaciones, que no suelen ser grandes extensiones planeadas por los cárteles sino pequeños cultivos de campesinos sin perspectivas económicas que venden su cosecha de goma de opio al por menor a los grupos de traficantes, que luego la procesan en laboratorios para elaborar heroína.

Según estimaciones del Gobierno de Estados Unidos, la capacidad de producción de heroína de México pasó de 26 toneladas en 2013 a 42 en 2014, año en que de acuerdo con el Gobierno mexicano fue incautado un 400 por ciento  más de goma de opio.

En auge en los 60 y 70 en Estados Unidos, la heroína perdió presencia a finales del siglo pasado en favor de la cocaína, pero las tornas han cambiado de nuevo, con el consumo de coca a la baja y el de heroína al alza. En teoría el fenómeno se deriva de un periodo demasiado permisivo en Estados Unidos con respecto a la venta de opiaceos legales que, llegado el momento de ponerle restricciones a esos productos, hizo de la heroína una alternativa funcional para los adictos.

Las muertes por sobredosis de heroína se han cuadriplicado. En 2007 fueron 2 mil 402 y en 2014, 8 mil 260. La nueva epidemia de heroína, especialmente visibilizada porque incluye la novedad socioeconómica de que azota sobre todo a barrios residenciales blancos, se ha convertido en Estados Unidos en un asunto de máxima prioridad política. “Esta crisis quita vidas. Destruye familias. Destroza comunidades por todo el país”, dijo el presidente Barack Obama en octubre.

La heroína es hoy un problema en común para México y Estados Unidos. Un informe reciente del Servicio de Investigación Legislativa del Congreso estadounidense indicaba que en 2016 debería concretarse un plan bilateral para afrontar el problema. En sintonía con la política prohibicionista de la Casa Blanca, eso en México podría significar más inversión en erradicación y en persecución de los cárteles, pero en ningún caso ensayos de regulación del cultivo.