Si no fuera por las abejas, probablemente no habría nada más en el planeta. Su rol como polinizadoras significa que son la clave para que la gran mayoría de las plantas puedan esparcir su polen y con ello, llegar a reproducirse.
Con todo el trabajo que hacen y la responsabilidad que cargan sobre sus pequeños hombros, es normal pensar que acumulan una cantidad de cansancio y stress enormes dentro de su trabajo. Es por eso que necesitan una buena noche de sueño, en el mejor lugar posible.
Como no tienen párpados, es difícil reconocer a una abeja cuando está durmiendo. La clave estaría en sus antenas: normalmente, cuando están activas y realizando su maravilloso trabajo de polinizadoras, no paran de moverlas. Cuando duermen, las ocultan y dejan que también reciban un poco de descanso.
Muchas veces deciden convertir en sus camas las mismas flores que acaban de polinizar. De la misma manera que a nosotros nos puede parecer más agradable un lugar de trabajo que otro, las abejas pueden llegar a encariñarse con una flor, convirtiéndola en su lugar de descanso.
Con esto se topó por casualidad el fotógrafo profesional Joe Neely, una tarde en la que no pretendía que ocurriera nada más raro que acompañar a su novia a buscar amapolas a un campo de flores. Por casualidad notó estas flores anaranjadas, dentro de las que descansaban las atareadas abejas.