Para los fieles es el santo de los desamparados, patrón de causas perdidas, que logra cosas imposibles. Cada mes, en una capilla cerca del corazón de Ciudad de México, la reputación de San Judas Tadeo como hacedor de milagros atrae a creyentes de los sectores más desesperados de la sociedad.
Jóvenes y viejos se reúnen el 28 de cada mes en memoria de su festividad el 28 de octubre, con figuras del santo de túnica verde y algunos vestidos a su imagen. Pasan por la iglesia de San Hipólito en una procesión interminable de peticiones de ayuda y agradecimiento por los milagros recibidos.
Ramón Pérez Oseguera avanzaba con una estatua de 1,2 metros del santo como gesto de su devoción. Cuando visitó por primera vez la capilla para pedir ayuda financiera, dijo, sólo tenía 50 pesos en el bolsillo, pero se encontró 250 pesos al volver a casa.
Juan Maldonado llevaba rosas rojas y blancas para agradecer al santo su ayuda para encontrar un empleo cuando estaba a punto de perder su casa.
Los futuros padres piden bendiciones para sus hijos nonatos. Aquellos con familiares enfermos piden que sus seres queridos se curen. Creyentes antes desesperados le agradecen que acabara con su adicción a las drogas.
El santo es muy popular entre los jóvenes de tatuajes y pendientes del núcleo urbano, que se reúnen en un parque cercano para beber y bailar al ritmo del reggaetón. Algunos inhalan pegamento, una forma barata de colocarse.
Mónica Jessica, una joven delgada con una camiseta blanca de San Judas y que cargaba una imagen del mártir con facciones infantiles, afirmó que la ha salvado de la oscuridad. El santo la ayudó a mejorar su salud y felicidad, aseguró, ya que encontró la fuerza para dejar de autolesionarse después de rezarle.
Lucero Lima señaló que ella y su pareja, Julio Apaseo, son devotos del santo de las causas perdidas desde hace 20 años. Ella lleva en la mejilla derecha un tatuaje del santo en forma de niño, bajo las palabras “San Juditas”.
En el exterior de la iglesia, los fieles hacen una apretada fila en torno al edificio. Vendedores ofrecen iconos, medallas religiosas y disfraces, llaveros y velas. Los que llegan para agradecer milagros entregan “mandas”, muestras de agradecimiento como flores o dulces, a los que están cerca.
Reina Castro completa su promesa a San Judas cada mes llevando galletas para regalar en la procesión.
El caos deja paso a la calma dentro del santuario, donde los fieles oran y celebran la misa. El olor del incienso flota en el aire.
Diana García sigue a San Judas desde hace cinco años, cuando el cáncer de su padre se volvió terminal. Aunque su padre murió, señala, san Judas le ha concedido muchos milagros. (México, DF)