Apenas nacen los bebés se les suelen hacer maniobras de rutina como limpieza, medición y la administración de hierro y vitaminas. Sin embargo, expertos recomiendan que después del nacimiento, si no hay alguna complicación o rutina de urgencia, se debería dejar por lo menos noventa minutos para que madre e hijo estén juntos, piel con piel. Esta conexión es fundamental para crear un apego inicial y puede ser muy importante para el futuro del pequeño.
Varios estudios indican que, al colocar al bebe recién nacido sobre el torso de la madre, el contacto ayuda a estabilizar la respiración y oxigenación, mantiene sus niveles de glucemia, estabiliza su presión arterial, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, promueve el inicio precoz de la lactancia materna y evita la hipotermia.
Constanza Soto Conti es médica de planta del Hospital Materno Infantil Ramón Sardá en Argentina y crearon una campaña que, entre otros apoyó UNICEF, para respetar este “momento sagrado” entre la madre y su hijo recién nacido:
Para el doctor Miguel Larguía, presidente de la fundación que lleva su nombre y exjefe de la División de Neonatología de la maternidad del Sardá, es fundamental respetar esta “hora sagrada” ya que los bebés durante nueve meses no pasan hambre, sed, calor ni frío y los estímulos que reciben una vez que salen al mundo deben enfrentarlos de manera progresiva. Asegura que se puede dejar a las madres con sus hijos después de cesáreas e incluso, cuando no exista riesgo de hipotermia por falta de temperatura corporal, será posible hacerlo con bebés prematuros.
Si el parto no tuvo complicaciones, no es necesario bañar, medir, pesar, tomar la temperatura, ni vacunar al bebé durante esos primeros minutos. Las experiencias tempranas impactan en la organización estructural del cerebro en el futuro y esa conexión es un gran incentivo. También dicen que es importante postergar el corte del cordón umbilical entre uno a tres minutos después del parto, hasta que deje de latir.
Tampoco es necesario que se limpie e higienice inmediatamente a los bebés. Ellos nacen recubiertos con una sustancia grasosa llamado “vernix caseoso” que los protege y cubre de infecciones. Además, permite que se deslicen hacia los pechos de su madre y se amamanten por primera vez.
Los bebés que pasaron por esa experiencia tienen más posibilidades de succionar correctamente desde el primer intento y es clave para una lactancia exitosa en el futuro.