“Yo soy Iván Pedro Estrella Mosco, tengo 24 años, y seis años me había quedado en las eliminatorias, pero ya voy a ser por fin el Cristo”. “Zaira Virginia Vargas Zamora y tengo la dicha, el orgullo, de representar a la Virgen María”. “Yo soy Francisco Ledesma Tierradentro, tengo 37 años, y me toca representar a Judas”. “Yo soy Leobardo Vargas, tengo 11 años y por segundo año consecutivo soy el Niño Espía”.
Dicen, poniéndose de pie un sábado, día de sesión en la casa de los ensayos de Iztapalapa. Dos plantas, un patio largo, sillas, botes de plástico y el suelo, como butacas. Se pasan el micrófono, orgullosos, sabiéndose los elegidos. De 70 que compitieron, seleccionaron a 20. Hasta que los interrumpe el presidente del Comité Organizador de la Semana Santa, Miguel Ángel Morales Larrauri. Que pide menos nervios a unos y, a los otros, que se calmen.
-Se nota que son de Iztapalapa, muy giritos, nada más les falta decir que el barrio los respalda -juzga, con su autoridad de presidente organizador.
IVÁN, VESTIDO DE CRISTO DE IZTAPALAPA
Les dice también que lo que no se aprendieron en tres meses, de enero a marzo en fines de semana de ensayo, no lo aprenderán en una semana y que Dios los ayude. Pero no ocurren milagros y el día de la conferencia de prensa en la explanada delegacional es igual. El Niño Espía empuña el micrófono como si fuera a cantar un rap. Y el más nervioso es Iván, vestido de Cristo de Iztapalapa, de pie, con los talones muy juntos, talones de maestro de bailes de quinceañeras, que es lo que es. Se ve más fuerte, más alto, con esa espiritualidad que impone la sotana. Aunque se equivoca.
-Conmigo quiero enseñarles, les demuestro la perseverancia; tras seis años de intentos, este año lo estoy logrando, mi sueño -dice el Cristo.
Socorro Silvia Mosco, su madre, ahí sentada entre los reporteros, ni toma en cuenta que se enreda. Llora detrás de sus lentes oscuros. El papel de baño entre sus manos ya desecho. Cuenta que esto deveras fue un milagro que comenzó en 2013, desde que su muchacho cumplió la edad para concursar por ser el Cristo. “Lo pusieron de Apóstol Tadeo. Y cómo va siendo: cuando sueltan la paloma, que es el Espíritu Santo, vino y se sentó en sus manos. Fue ahí cuando yo le dije: ‘tú vas a ser el Cristo’”.
REÚNE REQUISITOS
Ahora tiene 24 años. Dos meses de entrenamiento, de brincar la cuerda con un boxeador al pie de las cruces del Cerro de la Estrella, de cargar un tronco y luego una cruz redonda que da tumbos contra el suelo, que gira a un lado, al otro, que el hombro derecho ya no sienta nada. Cuatro vestuarios de Cristo, dos pares de huaraches. Un mechón de pelo más largo para que se sujete la peluca. Y un permiso especial de la tienda Coppel, donde trabaja, analizando los perfiles de los que van a entregar su alma al crédito. La delegación le dio también un comprobante de soltería, no fuera a pasar lo que el año pasado, cuando descalificaron al Cristo porque descubrieron que estaba casado
“Iván tenía novia”, confía una de sus tías, “pero vio que era grande su pasión por ser Cristo y se hizo a un lado”.
El Comité Organizador exige no sólo ser mayores de edad, sino haber nacido en uno de los ocho barrios de Iztapalapa. Medir mas de 1.75. En 2013, se descartó al mejor candidato porque un vecino fue a decir que tenía tatuada una cruz en el brazo derecho. También ha prohibido cualquier comentario político. “La palabra Frente está prohibida, y ‘Juntos haremos historia’, también”, les dijo el presidente en el ensayo.
Iván Estrella, 74 kilos, 1.81 de estatura, cumple la orden al pie de la letra. Dos días antes, en el Cerro de la Estrella, arrastraba 90 kilos, una cruz de eucalipto; le preguntaron si creía que los pecados de hace 2018 años perduraban hasta ahora. Repitió la pregunta. Desconfiado, aferrado a su cruz. “Lo que debes preguntar es a base de esta representación, nada más”, dijo.
Sólo volvió a hablar para decir que todavía no sabe cuánto pesará la que cargue el Viernes Santo. Que eso depende del carpintero. Pero que está entre 90 y 100 kilos. “Dependiendo del tallado, te dan cuatro a elegir. En forma de cocol, como rombos; achueleada, y rústico. Yo la pedí rústica, por eso te digo que nadie sabe el peso de su cruz hasta que la tiene en el hombro”.