Si no quiero montar una empresa, ¿soy un cobarde?

Asalariados o emprendedores, ¿quiénes son realmente mejores en lo suyo?

Ingredientes: una cucharada de osadía, un pellizco de espíritu aventurero, la medida de un vaso de una buena idea y varios litros de ganas de hacerse rico.

Elaboración: mezclar todo en un garaje o un trastero, poner a hornear y esperar a que el garaje se convierta en un edificio de oficinas y la mezcla en una compañía de éxito internacional.

Más fácil, imposible, así que todos a emprender. Porque el que no se atreve es un cobarde. Porque el que no se forra es porque no quiere. Claro que sí. Pero ese éxito planetario sólo ha sido alcanzado por un pequeño ramillete de personas en el mundo y en toda la historia de la humanidad; aunque se tomen como ejemplo. Porque no todo el mundo ha nacido para inventar Facebook, y tampoco pasa nada.

Los hay que prefieren ser asalariados, que aman la tranquilidad de tener un sueldo fijo. Personas que, en ocasiones, se sienten infravaloradas frente a los aguerridos emprendedores. Pero, ¿qué sucede?, ¿acaso un trabajador por cuenta ajena no puede realizarse como profesional?, ¿de verdad es uno mejor que el otro?

“Uno disfruta trabajando cuando cree en el proyecto de empresa, y ese proyecto no tiene por qué ser propio”, explica el profesor y conferenciante Víctor Küppers, que añade: “Muchos trabajadores se enamoran del proyecto de otros y ponen todo su empeño en hacerlo grande. Y eso, ¿no lleva a la realización profesional?”.

Küppers conoce bien el trabajo de los emprendedores, empezando porque él mismo es uno de ellos. Defiende que la actitud, en cualquier plano de la vida, es el factor fundamental, y considera que cada uno encontrará su bienestar donde considere, sin ser más que el otro. Y, en la misma línea, Esther Martínez, psicóloga de la consultoría Bitácora Consulting, asegura que basta con que “sus conocimientos, habilidades, intereses y valores estén alineados con su trabajo” y que no existen perfiles “superiores” o “inferiores”, que “nadie es mejor o peor, más o menos exitoso, si trabaja por cuenta ajena o propia”.

DISTINTAS FORMAS DE MEDIR EL ÉXITO

Igual conviene preguntarse qué entendemos por éxito. Eso es lo que sugiere Christine Loos, directora general de Stimulus, centro de promoción de la salud psicológica en el trabajo y la empresa. “Partimos del principio de que el éxito se consigue ganando mucho dinero pero creo que este llega más bien cuando se alcanza el bienestar, cuando se encuentra un sentido al trabajo”, explica.

Habla de tres componentes: el placer, logrado por la calidad de las experiencias laborales diarias; el orgullo, o ese agrado que genera por el trabajo bien hecho, y la satisfacción, entendida como el placer a largo plazo, el balance de una trayectoria laboral. Y afirma que el verdadero éxito, el bienestar real, se alcanza con la combinación de los tres, desterrando la idea de que sólo los emprendedores pueden conseguirlo plenamente.

“Es una cuestión social, de la mirada de todos”, sentencia Loos, porque cree que no hay ninguna razón lógica para que uno se sienta inferior o superior porque, eso ¿cómo se mide?, ¿por el dinero que gana, por el número de personas a las que manda? ¿Por si trabaja en una empresa o lo hace por cuenta propia?

BATALLA FINAL: ¿ASALARIADOS O EMPRENDEDORES?

En el contexto de si no te forras es porque no quieres, buscar la seguridad laboral frente a la incertidumbre, el sueldo fijo frente a la remuneración cambiante y las tareas estables frente al trabajo variable parece de cobardes pero se trata, más bien y según los expertos, de una forma más de entender la vida y la forma de canalizar unas capacidades particulares.

“Un asalariado es constante en sus tareas y cumple sus procesos de forma más automática, pudiendo especializarse en mayor grado y sin perder de vista su futuro a largo plazo”, explica la psicóloga Esther Martínez. Por el contrario, un emprendedor “tiene más difícil compaginar su vida laboral y familiar y presenta, además, una alta capacidad de frustración”, resalta.

En la misma línea, Küppers invita a no generalizar pero sí remarca que los autónomos son “más individualistas y, normalmente, trabajan peor en equipo. Muchos no saben mandar ni dirigir y su trabajo y su afán por acapararlo todo puede llevarles a obsesionarse”. Y eso por no hablar del contexto, que explica por qué 7 de cada 10 menores de 30 años prefiere un empleo por cuenta ajena a tener su propio negocio, según el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, y por qué el 70% de los autónomos preferiría hoy ser asalariado, según Adecco e Infoempleo.

Porque no todo es bueno o malo, nada es mejor o peor. Es una cuestión de expectativas: “Uno debe ser feliz trabajando, y sabe que lo será montando su propia empresa o empleándose a fondo para que aquella en la que trabaja sea la mejor en su sector”, sentencia Küppers. Así que si esa felicidad llega trabajando en equipo, rodeado de compañeros en una oficina, cumpliendo un horario fijo y con unas tareas asignadas, ¿dónde está el problema? No todo el mundo quiere apellidarse Jobs o Zuckeberg; muchos lucen con gallardía su Pérez o González. Y a mucha honra. (EPS)