Hubo una época, que podemos situar entre finales de los años ochenta y principios de los noventa, en la que el cine estadounidense familiar (el que vio todo el planeta) rebosó violencia lúdica. Al menos en algunas fases de la historia. Eran unas películas con relatos donde los niños estaban en constante peligro de muerte. Eran historias disfrazadas de piñata festiva, pero muchas veces escondían relatos que rayaban lo terrorífico.
Al igual que ha ocurrido con algunas películas de Pixar, estos filmes enfocados al público infantil se olvidaba claramente de que ese espectador estaba en la sala y lanzaba mensajes que hacían torcer el gesto a los propios padres. En algunas ocasiones, aquellas películas trataban a los niños como adultos sin que se dieran cuenta, y cada vez que los críos las veían se hacían un poco más mayores. (EPS)
“SOLO EN CASA”: PARQUE TEMÁTICO DE VIOLENCIA
Qué divertido, qué golpazos se daban, qué ladrones más tontos. La historia de Solo en casa (Chris Columbus, 1990) cuenta cómo dos criminales asaltan una casa porque saben que el único ocupante es un niño (Macaulay Culkin) de ocho años. Y resulta ser un parque temático de violencia gracias a que los ladrones parecían inmortales. “¡Voy a arrancarte las orejas y cocerlas en aceite para coches!”, amenazaba el caco. “Cuando te pille te arrancaré las uñas con los dientes, una a una”, insistía. Qué gracioso, ¿no? Pues no.
“LA MALDICIÓN DE LAS BRUJAS”: LA PELÍCULA QUE ROBA DE CUAJO LA INOCENCIA INFANTIL”
¿Quién no tenía una vecina milenaria con verrugas y alopecia que despertaba absoluto terror cuando compartíamos ascensor con ella? ¿A alguien le gustaba cuando nos agarraban de las mejillas con una fuerza asombrosa para tener 100 años? El siempre tétrico Roald Dahl corrompió en su novela La maldición de las brujas (Nicolas Roeg, 1990) dos de los cimientos sobre los cuales los niños construyen su forma de ver el mundo: los padres y el chocolate. Cuando todo lo demás falla, esas dos cosas deberían ser nuestra brújula. Pero no en el perverso universo de Dahl.
“MI CHICA”: MILLONES DE NIÑOS SALIERON DEL CINE TRAUMATIZADOS
Recién salido del mastodóntico éxito de Solo en casa, Macaulay Culkin protagonizó, con solo 11 años, Mi chica (Howard Zieff, 1991), que se vendió como el entrañable primer amor entre Vada (interpretada por Anna Chlumsky) y Thomas (Macaulay Culkin), dos niños tan rubios como ingeniosos. Pero no era un entrañable primer amor. Veamos... Thomas, alérgico a todo en general y a las abejas en particular, le daba una patada a una colmena con letales consecuencias. Vada acababa la película convertida en una viuda precoz, y sin duda algún día le tocará rememorar aquel verano con su psicoanalista.
“EL PEQUE SE VA DE MARCHA”:
¿película infantil o ‘thriller de terror’? Del retorcido guionista de Solo en casa, esta historia de un bebé de un año secuestrado por tres tipos que piden un rescate de cinco millones de dólares haría buen caldo para un thriler de terror. Gracias a la música vivaracha y a la profesionalidad del bebé protagonista (que crece una barbaridad a lo largo de la película), el resultado de El peque se va de marcha (Patrick Read Johnson, 1994) es una comedia destartalada para ver en familia. El bebé vive aventuras en la gran ciudad exactas a las que cuenta su libro favorito, en una estructura narrativa similar a la de Desafío total, y no duda en retorcerle un testículo a su secuestrador para a continuación prenderle fuego a la entrepierna. Esta es una de esas películas de los 90 que culpaban explícitamente a la madre de desatender a su hijo. El padre, sin embargo, no parece demasiado preocupado en ningún momento.
“LA FAMILIA ADDAMS”: LA MUERTE LES EXCITA
En La familia Addams (Barry Sonnenfeld, 1991), Gomez y Morticia Addams se pasan la película asombrosamente excitados para tratarse de un matrimonio de mediana edad, pero hay dos cosas que les excitan especialmente: hablar en francés y fantasear con su muerte. Ambos se derriten describiendo las ganas locas que tienen de pasar la eternidad juntos, descomponiéndose bajo tierra. Los niños que veíamos la película podíamos llegar a entender la obsesión del tío Fétido con el dinero, pero ya nos costaba asimilar el concepto de la muerte como para poder gestionar la imagen de dos adultos utilizando la putrefacción de su carne como preliminares sexuales.
“MATILDA”: EL MALTRATO PSICOLÓGICO
Matilda es una mezcla de Lisa Simpson y Carmen Maura en ¿Qué he hecho yo para mercer esto?: sufre un maltrato psicológico sistemático por parte de su padre estafador, su madre y su hermano, que parece sacado de la familia de Solo en casa. La alimentan con platos precocinados, no saben cuántos años tiene, la obligan a ver la televisión, le prohíben que lea libros y, en definitiva, que sea feliz.En el colegio la vida de Matilda sólo va a peor: la señorita Trunchbull maltrata física y psicológicamente a los niños insultándoles (“¿eres un cerdo, Amanda?”), encerrándoles en un armario (!), tirándoles por la ventana (!!), u obligándoles a comerse un pastel entero, una tortura que escandalizaría hasta al asesino de Seven. Y todo porque “yo soy mayor y tú eres pequeña”.