Una tarde de febrero de 2005, a dos semanas de haber celebrado el Día del Amor y la Amistad, el mundo para Faustino Méndez Hurtado se derrumbaría.
Cuando arreglaba su automóvil, Faustino se metió abajo del vehículo pidiendo a su novia que se quedara al volante y que encendiera la unidad a su señal.
Así lo hizo la novia, pero en un descuido la joven “movió algo” y el vehículo avanzó quedando la llanta encima del tórax de Faustino. Asustada y sumamente nerviosa la joven aceleraba el vehículo para adelante y para atrás, amasando el cuerpo de su novio.
Finalmente la llanta volvió a quedar sobre cuerpo tumefacto de Faustino.
Maltrecho Faustino observó que el fémur de su pierna derecha se había fracturado, que ese hueso le había atravesado vísceras y salido por el estomago.
Sintió dolor en ambos brazos dislocados, al igual que las clavículas.
Sus costillas presentaban fracturas, su columna vertebral estragos.
De no haber sido por personas que pasaban por el lugar Faustino hubiera muerto.
Entre todos, esos desconocidos, levantaron el vehículo y lo rescataron. Le salvaron la vida.
Como es ciudadano estadounidense fue trasladado a hospitales del vecino país, donde al cabo de seis meses en terapia intensiva y numerosas intervenciones quirúrgicas reconstruyeron su maltrecho cuerpo, ensamblando huesos fracturados, cercenando parte de intestinos y otros órganos dañados, sutura tras sutura, interna y a flor de piel.
Faustino quedó severamente devastado pero sobrevivió. Para colmo también quedó endeudado; el tratamiento tuvo un costo de más de 100 mil dólares, que adeuda en su casi totalidad.
“No importa, lo principal es la vida”, remarca, además esos dólares se le irán descontando a lo largo de muchos años, conforme cotice laboralmente en el vecino país.
“Fue la mano de Dios la que me salvó”, subraya.
“Di gracias a Dios que esas personas pasaran por ahí y me ayudaran a salir, que me salvaran la vida. Todo me dolía. Sabía que mi cuerpo estaba destrozado pero no quería morir, me aferraba a la vida con desesperación”, recuerda Faustino.
Ahora cuando personas lesionadas en choques o por balas en enfrentamientos, él no ha dudado y las ha auxiliado.
“Lo único que me impulsa es ayudar como alguna vez a mi también me ayudaron”, dice.
Faustino nació en Estados Unidos y desde siempre ha residido en Reynosa, donde actualmente ocupa el lugar de su fallecido padre en el sostén del hogar, integrado por su mamá de 78 años, dos hermanos con discapacidad (mujer y hombre de 48 y 56 años) y una sobrina de 21 que padece autismo.
La señora Hurtado solo cuenta con la pensión de obrero del esposo fallecido, muy poco.
El hombre tiene dos trabajos eventuales, como mecánico eléctrico y fumigador.
Recordó que después del accidente su vida y autoestima quedó reducida a cero, sufría al pensar que su cuerpo nunca volvería a ser como antes. Las secuelas por las fracturas en pierna, brazos, tórax y columna vertebral eran severas.
Se “refugió” en el alcohol pero sólo intensificaba la secuela postraumática. La autocompasión brotaba.
En televisión vio que deportistas hacían piruetas con bicicletas adaptadas. Le recordó que cuando niño soñaba con hacer lo mismo mientras recorría la colonia montado en su bicicleta.
Decidió intentarlo y pese a su condición de incapacidad física, puso manos a la obra; ejercicio reforzado con las terapias aprendidas en hospitales, hasta que fue capaz de conducir una bicicleta como cuando era niño.
…Lo demás ya es historia.