México
“Si me mandan a México, ¿qué puedo yo hacer allí?”, suelen preguntarle a Eunice Rendón los dreamers amenazados con la deportación, ante la posibilidad de ser expulsados en los próximos meses. Tras el anuncio de Donald Trump de querer poner fin al programa DACA, que deja en el limbo a más de 600.000 jóvenes de origen mexicano, las preguntas se vuelven ahora contra el país del que salieron siendo niños y del que lo desconocen casi todo.
El Gobierno mexicano respondió diciendo que “los recibirá con los brazos abiertos” y que tiene “un compromiso moral” con ellos, según el canciller Luis Videgaray. Paralelamente, anunció un paquete de acciones que incluye la defensa legal en los Consulados y, si finalmente son deportados, el acceso a la bolsa de trabajo, al sistema educativo, al seguro social y la inmediata convalidación de los estudios. Sin embargo, hasta el momento México ha resuelto con parches el fenómeno de las deportaciones, que el año pasado envió de vuelta a 290.000 personas.
“Creo que podemos servir de puente entre Estados Unidos y México porque conocemos bien ambas realidades. La industria del automóvil, las exportadoras o los centros tecnológicos podrían ser un buen lugar para aprovechar ese conocimiento”, explica Kevin Ortiz, un dreamer de 26 años nacido en Jalisco y amenazado de expulsión en cualquier momento. A Kevin le faltan solo unos meses para terminar la carrera de Administración de Empresa en la Universidad de Florida.
Ortiz tuvo la oportunidad de viajar hace algunos meses al Senado de México, donde un grupo de jóvenes expuso sus problemas. Recuerda que solo un senador, Miguel Barbosa, por entonces en el progresista Partido Revolucionario Democrático (PRD) y hoy en Morena, los escuchó. “Me gustaría pensar que el Gobierno tiene un plan para nosotros, pero me parece que es poco. Muchos emigrados piensan que México les falló, pero yo no. Amo mis raíces y mi cultura, pero tengo miedo a volver sin un plan o un proyecto para comenzar de nuevo”.
“Afiliarse al seguro popular no resuelve sus problemas y apuntarse a la bolsa de trabajo de la Secretaria de Trabajo da risa”, explica Rendón, responsable de Agenda Migrante, una iniciativa ciudadana que trabaja para la integración de los deportados. “Es necesario una política integral, una verdadera política de Estado que los incluya en el mercado laboral, se aproveche de sus capacidades y los haga sentir parte de México”.
El perfil del dreamer es un joven criado en Estados Unidos, que lleva apellido latino y que habla español con dificultad. Se fueron de México de la mano de sus padres con seis años y cada vez que regresan de vacaciones sienten que los miran como “pachucos”. Sin embargo, los dreamers representan la generación mejor preparada de la historia de México y se parece muy poco al jornalero que salió hasta los años 90: el 98% de ellos es bilingüe, el 70% tiene estudios superiores, el 16% compró una casa y el 91% tenía un trabajo fijo. Cientos de ellos trabajaban en empresas como Facebook, Google o Apple en el momento en que Trump decidió suspender sus visados y pedir al Congreso que aclare su futuro.
Con estos mimbres, los expertos sugieren llevar la lógica empresarial a un reto social y aplicar la máxima de Carlos Slim quien suele repetir que, en chino, “crisis significa oportunidad”.
“Estos chicos son lo mejor del sincretismo. No les han regalado nada y se han criado en la cultura del esfuerzo y la lucha combinado con el dinamismo y el empuje de EE UU. Sus padres han tenido tres o cuatro trabajos para sacarlos adelante y ellos han ido a buenas universidades porque sabían que la formación era importante en una sociedad preparada como la gringa”, añade Rendón, quien reclama “un plan integral que una a las instituciones, las empresas y las universidades”.
REMESAS MILLONARIAS
Tradicionalmente, México se ha preparado muy bien para facilitar la salida de sus ciudadanos y muy mal para recibirlos cuando desean regresar. Sin embargo, su aportación es vital para la economía local. Los mexicanos en EE UU enviaron el año pasado 28.100 millones de dólares, lo que supone más dinero del que entra por turismo o más de lo que aportó la inversión extranjera directa, según datos oficiales. Un promedio mensual de 290 dólares que llega directamente al bolsillo de las familias. Ahora podrían perder todo por lo que trabajaron durante años y el esfuerzo es que México los incorpore y deje de mirarlos como extraños.
Algunos analistas han recordado estos días el ejemplo de los refugiados españoles que llegaron durante la guerra civil española. Por aquel entonces, una política de Estado diseñada por el presidente Lázaro Cárdenas permitió integrar a miles de ellos en importantes puestos dentro de la academia, los bancos o la cultura, lo que ayudó al desarrollo del país, recuerdan. “Hay que trabajar con ellos y dentro del país en los aspectos emocionales y en los prácticos. Deben tener clases de español y fomentar la identidad y la integración en los estudios, certificar sus habilidades y hacer campañas dentro del país destacando sus aportaciones para mejorar su imagen y evitar la discriminación y el rechazo”, añade Rendón.
LOS MEJOR PREPARADOS
Como generación de México.
Se parece muy poco al jornalero que salió hasta los años 90
El 98 por ciento de ellos es bilingüe
El 70 por ciento tiene estudios superiores
El 16 por ciento compró una casa
El 91 por ciento tenía un trabajo fijo