Cómo volver a sentir amor por tu pareja
Modificar nuestra percepción de la vida en pareja es posible
Muchas de las personas que llevan tiempo inmersas en una relación de pareja, llegan a un punto en el que sienten cómo esa ilusión propia de los inicios del enamoramiento se va desvaneciendo.
No es algo anormal, ni un fenómeno que habla mal de la calidad del vínculo afectivo; simplemente, es algo que pasa frecuentemente a medida que pasan los meses y los años. Ese sentimiento de aventura y de estar descubriendo una nueva manera de ver la vida va perdiendo fuerza, incluso aunque no podamos identificar un problema concreto con ese noviazgo o matrimonio.
Ahora bien... ¿es posible volver a sentir ese amor por la pareja que experimentamos durante la primera etapa de la relación? Aunque por definición cada momento de la vida es único, en muchos casos, sí hay maneras de hacer que el romance vuelva a surgir con mucha fuerza. Veamos cómo poner de nuestra parte para conseguirlo.
CUANDO SE VA LA ILUSIÓN DE LOS PRIMEROS DÍAS DE ROMANCE
Cuando una relación de pareja empieza, la experiencia que se vive está fuertemente relacionada con la ilusión y la sensación de que hay grandes momentos esperándonos. Esto implica ciertas dosis de estrés, pero normalmente se trata de un estés sano, presente en su justa medida para mantenernos en vilo, pendientes de cómo se desarrollará ese noviazgo.
Además, ir aprendiendo poco a poco acerca de cómo es la persona por la que sentimos amor también es de por sí algo emocionante, y más teniendo en cuenta que a través de su punto de vista también aprendemos cosas sobre nosotros mismos (que, además, suelen ser positivas, dado los sesgos “optimistas” e idealizadores típicos de los que se han enamorado recientemente).
LA ZONA DE CONFORT EMOCIONAL
Ahora bien, aunque al principio de la relación todo son descubrimientos, poco a poco la relación de pareja va asentándose en hábitos y rutinas que le dan estabilidad.
Esto no solo tiene el efecto de hacer que la relación se consolide y tenga un espacio en el que mantenerse en el día a día (por ejemplo, mediante rituales como desayunar y cenar siempre juntos); además, tiene u efecto indirecto, pero determinante en nuestras maneras de sentir y de pensar. En concreto, se crea una especie de zona de confort relacionada con todo lo que tiene que ver con esa relación de pareja.
Así, el precio de hacer que la relación amorosa se estabilice y tenga medios materiales para prosperar (mediante hábitos compartidos y recursos materiales comunes) es ver cómo esas situaciones ilusionantes desaparecen y, con ellas, una parte de la satisfacción que se siente por el noviazgo o matrimonio.
La causa de esto suele ser variada, pero se cree que tiene que ver con dos factores básicos: el simple paso del tiempo y la repetición de hábitos y de “rutas mentales” desde las que se piensa en la pareja y en el papel que uno mismo juega en ella. En este último elemento podemos intervenir, para hacer que veamos el primero desde otra perspectiva.
DEL ENAMORAMIENTO A LA RUTINA
Hay que tener en cuenta que las relaciones de pareja son fundamentalmente la unión de tres elementos: recuerdos, y estilos de interacción entre dos personas, es decir, hábitos vividos en común. Cuando evaluamos consciente o inconscientemente nuestras relaciones de pareja, lo hacemos en base a los recuerdos que tenemos de ella (tanto los más antiguos como los más recientes, del mismo día) y en ellos los hábitos comunes tienen un papel muy importante, ya que vertebran esa narración.
Con el paso del tiempo, por fuerza, la simple probabilidad hace que aparezcan varias experiencias desagradables, generadoras de ansiedad o simplemente incómodas que viviremos junto a la otra persona.
Además, muchas de ellas no tienen por qué ser culpa de nuestra pareja, sino que forman parte de fenómenos externos a esta: un problema doméstico con las instalaciones del hogar, una crisis familiar con los padres, etc. Sin embargo, aunque ningún miembro de la pareja sea responsable de estas situaciones, esos recuerdos quedarán ahí y afectarán irremediablemente nuestra manera de percibir la relación.
Los problemas para dormir en la cama de matrimonio, la mala relación con un suegro, la necesidad de gestionar los gastos domésticos... son elementos que forman parte del día a día pero que, aunque no nos demos cuenta, asociamos a los recuerdos etiquetados como “amor y vida amorosa en pareja”, en general. Esos recuerdos a no consistirán solo en salidas de fin de semana para conocerse mejor mutuamente, ni en paseos románticos por el muelle: en ellos también figurarán las tareas de limpieza del baño, las crisis de estrés que la otra persona ha experimentado por tener mucho trabajo, etc. La cotidianidad destruye cualquier cuento de hadas.
CONSEGUIR QUE EL AMOR EN UNA PAREJA VUELVA A SURGIR COMO AL PRINCIPIO
Varios investigadores han propuesto la idea de que, dado que nuestros recuerdos y nuestros aprendizajes inconscientes de lo que es realmente la vida en pareja afectan al modo en el que experimentamos el amor, una manera de vigorizar a este último es reforzar la presencia de recuerdos positivos que podamos asociar a esa relación amorosa.
Como nuestra memoria es muy maleable, podemos hacer que aquellas experiencias agradables cobren más y más importancia simplemente evocando esos recuerdos y, por supuesto, poniendo de nuestra parte para que esos recuerdos específicos sean abundantes y tengan abundante carga emocional; eso significa que debemos movernos y enriquecer nuestras vidas en pareja. De esta manera, cuando pensemos en la relación de pareja, al final nuestra atención irá sola hacia esos momentos emocionantes y que realmente capturan la razón de ser de ese noviazgo o matrimonio. (psicologiaymente)
ENAMORAMIENTO Y DESVANECIMIENTO
- Hacer que vuelva la ilusión del enamoramiento tiene que ver con cambiar el uso del foco atencional.
- Con el paso del tiempo, por fuerza, la simple probabilidad hace que aparezcan varias experiencias desagradables, generadoras de ansiedad o simplemente incómodas que viviremos junto a la otra persona.
La cotidianidad destruye cualquier cuento de hadas.
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