La crueldad de las voces, la tortura de convivir con gente que no existe, la angustia de no encontrar cómo aferrarse a la realidad, la sensación de acoso, el estigma social. Qué más podría sumarse a la vida de las enfermas con esquizofrenia. La respuesta es simple: la violación de sus derechos sexuales y reproductivos.