Ciudad de México
Cuando las nubes amenazaron con cubrir por completo el cielo de Torreón (Coahuila), la cuenta atrás para la totalidad del eclipse en el Bosque Urbano, el parque más grande de la ciudad y sede elegida por la NASA para retransmitir el fenómeno, se llenó de pesimismo. La fiesta de miles de entusiastas que esperaban desde hace horas el momento en el que la Luna cubriría por completo al Sol se diluía en un murmullo. "Si sigue así, no se va a ver nada", se quejaba una mujer que había instalado su telescopio desde hace horas. "¡Vamos, vamos, buena energía!", respondía un hombre para animar a sus hijos. Media hora antes de la totalidad, una serie de aplausos y vítores reanimaron las aspiraciones de científicos, astrónomos aficionados y turistas: el Sol, cubierto a la mitad por la Luna, volvía a asomar a través de un claro. Se trató del inicio de una montaña rusa de emociones que se apoderaron de las 50.000 personas que, desde todas partes del mundo, se concentraron en Torreón para ser testigos de cómo un eclipse total provocaba la oscuridad en pleno día, el fenómeno astronómico más vistoso de todos y el primero visible en el país desde hace más de tres décadas.
ECOS DEL FENÓMENO
Los ecos del eclipse de 1991, el último que oscureció México y uno de los más largos en siglos, guiaron a miles hasta las ciudades ubicadas en la franja de totalidad, un área de 200 kilómetros de ancho donde la Luna cubrirá por completo el Sol. Cuatro horas antes del inicio del eclipse, Thalía Olvera, una joven de 37 años, ya ocupa sitio en el Bosque Urbano. El parque, un espacio de áreas verdes con un lago artificial, es la sede del Planetario de la ciudad, que lleva al menos un año inmerso en los preparativos para el gran eclipse. Los organizadores han colocado cuerdas con gafas para que los cientos de vecinos, turistas y aficionados a la astronomía que han llegado hasta aquí puedan ver el fenómeno de manera segura. "Fuimos los primeros en llegar, yo y mi primo llegamos a las 3 de la mañana, estuvimos en la entrada esperando. No había nadie", explica mientras ajusta el tripié de un telescopio recién desempacado que compró para la ocasión. "El pasado eclipse fue en el 91, yo tenía casi cinco años y él tenía apenas dos. Lo vimos en el patio de mi casa, también estaba mi papá... me acuerdo que el cielo se hizo como rosado, se empezó a oscurecer y después otra vez regresó la luz. El próximo eclipse de este tipo va a ser dentro de 30 o 40 años. Yo voy a cumplir 38 años y quién sabe si me vuelva a tocar un tercer eclipse", asegura Olvera.
HACEN NEGOCIO
Antes de cruzar el puente que hace de uno de los principales accesos al parque, decenas de puestos informales ofrecen playeras, llaveros y toda clase de objetos conmemorativos del fenómeno astronómico. A un costado yace la familia González García, un matrimonio joven con dos hijos menores, que esperan el inicio del eclipse sentados en la hierba. Han recorrido unos 1.000 kilómetros desde Ciudad de México para ser testigos del instante en el que la Luna se interpone por completo entre la luz solar y la Tierra, dando paso a una noche de apenas unos minutos.