KABUL, Afganistán
Nadie sabe con seguridad cuántas personas murieron en un terremoto de magnitud 6,3 el 7 de octubre de 2023, ni en las intensas réplicas que le siguieron. El gobierno talibán calcula que al menos 4.000 personas fallecieron. Naciones Unidas dio una cifra mucho menor de unos 1.500.
Los sobrevivientes dejaron de contar, exhaustos tras escarbar la tierra para salvar a sus seres queridos o sepultarlos.
Fue el desastre natural más letal en azotar Afganistán en los últimos años.
Fue otro gran reto para el Talibán desde que se adueñó del poder en 2021, una prueba a su estado de preparación para encabezar un país asolado por dificultades económicas, aislamiento, devastación tras décadas de guerra y vulnerabilidad a conmociones como los terremotos y el cambio climático.
"En esa época, el gobierno realmente cooperó en transportar pacientes y a los muertos", dijo Ismatullah Rahmani desde el epicentro del sismo en el distrito de Zinda Jan, donde todas las viviendas —usualmente construidas de adobe y madera— se desplomaron. Su hermano y su sobrino murieron, y él pasó horas intentando extraer a su esposa de debajo de 1,5 metros (60 pulgadas) de tierra. Ella sobrevivió.
"Abrieron hospitales y proporcionaron agua y alimentos a la gente gratuitamente", declaró a The Associated Press desde su nueva casa en Zinda Jan. Dijo que el Talibán acudió a los campamentos y ayudó a los sobrevivientes durante varios meses, una bendición antes del duro invierno en Herat.
"Después de eso, la ayuda que recibíamos se detuvo", agregó Rahmani.
Los sobrevivientes del sismo dependen de organismos de caridad
Los organismos de ayuda humanitaria se involucraron con el fin de construir viviendas para los sobrevivientes. Pero los alojamientos que erigieron carecen de muros, por lo que no hay privacidad, y su diseño deficiente los hace vulnerables a tormentas o lluvias intensas. Las casas no tienen baños, o los baños carecen de techo.