San José.— “Se me metió el diablo”, confesó, entre lágrimas, el hondureño Luis Rodríguez, de 19 años y padre de la bebé, tras decapitarla de un machetazo certero en el cuello en las afueras de su casa de una paupérrima aldea del suroriente de Honduras… en una salvaje represalia en contra de Rosa, de 15, madre de la niña y su compañera sentimental.
Todo ocurrió en la noche del pasado 17 de noviembre en Las Flores, del departamento (estado) de El Paraíso. Molesto porque supuestamente Rosa le abandonó, el hombre sacó a la menor de la vivienda de sus padres y la asesinó en un cafetal aledaño. “Me arrepiento, pero ya es tarde”, admitió.
Fue un arranque de ira que el homicida narró al comparecer ante medios hondureños de prensa: “Salí loco a joder [maltratar] a mi pobre niña”, aunque “en mis cinco sentidos no hubiera hecho nada”.
Rosa salió a buscar trabajó y dejó a la bebé con su suegra. “Por Rosa hago esto”, gritó el asesino. “Cúrenme, cúrenme, que esa mujer me tiene hechizado”, imploró este hombre que, por ser mayor de edad, será juzgado como adulto por el delito de parricidio que, de acuerdo con el Código Penal de Honduras, tiene un marco sancionatorio de 20 a 25 años de prisión que podría aumentar si concurren distintas circunstancias agravantes. Rodríguez está preso en una cárcel de El Paraíso, pero aislado. “Los reclusos me dicen que, así como maté a mi hija, me van a matar a mí”, describió.
La secuencia de hechos conmocionó a Honduras, pero sólo reflejó uno de tantos momentos de incontrolable violencia social que casi a diario ocurren en ese país, así como en Guatemala, El Salvador y en el resto de Centroamérica en contra de las mujeres. Honduras, que sumó 6 mil 205 feminicidios de enero de 2002 a enero de 2019, registró 383 muertes violentas de mujeres en 2018, según datos actualizados del Observatorio de la Violencia de la (estatal) Universidad Nacional Autónoma de ese país.
Con siete meses de embarazo, la salvadoreña Vanesa Galdámez, de 25, fue asesinada por estrangulamiento el 1 de noviembre anterior por su esposo, Juan García, de 28, en una aldea del departamento de La Libertad, de El Salvador. El hijo no nato también murió. El Salvador contabilizó 2 mil 673 feminicidios de enero de 2013 a octubre de 2019, con más de 32 por mes, según el Instituto de Medicina Legal de ese país.
“Las condenas son débiles para homicidas y violadores”, dijo la salvadoreña Mercy Mulato, de la (no estatal) Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, de San Salvador, a consulta de EL UNIVERSAL. “Hay muchos feminicidios en la impunidad”, lamentó.
La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), creada en 2006 con aval de la ONU y que funcionó hasta el 3 de septiembre pasado, registró 477 mil 693 hechos de violencia contra la mujer en ese país en varias etapas de su gestión. Del total, sólo en 16 mil 556—3.46%—hubo sentencia absolutoria o condenatoria.
En Guatemala hubo 4 mil 532 feminicidios de 2013 a 2018, de acuerdo con el Instituto Nacional de Ciencias Forenses de esa nación. Nicaragua mostró un aumento en los feminicidios, que subieron de 51 en 2017, a 57 en 2018, informó Católicas por el Derecho a Decidir, organización no estatal de Managua. Una alarma se encendió en 2019, porque del 1 de enero al 12 de agosto hubo 44, según la agrupación.
Datos oficiales de Panamá reportaron 113 feminicidios de 2014 al 31 de julio de 2019. El Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia del Poder Judicial de Costa Rica precisó que en este país hay dos feminicidios al mes, pero el aparato judicial costarricense recibe un promedio diario de 132 solicitudes de medidas de protección a las mujeres.
Al conmemorarse mañana el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las estadísticas oficiales de Centroamérica sólo mostraron las cifras de un fenómeno que, todos los días, arroja un saldo mortal de recién nacidas, niñas, adultas o ancianas.