San Andrés Larráinzar, Chiapas
Una de las últimas ocasiones que el sacerdote Marcelo Pérez se reunió con sus familiares, en la casa de su madre y padre en San Andrés Larráinzar, al norte de Chiapas, les hizo saber que si lo asesinaban no deberían buscar venganza.
"Si me matan no busquen venganza, ni quién lo hizo, pues yo morí haciendo el bien", les dijo.
Cada 15 días, cuando el cura llegaba a esta vivienda de cemento donde sus familiares velan sus restos este lunes 21 de octubre, les decía que estaba en peligro, pero les reiteraba "que moriría haciendo el bien".
Quienes conocían al Marcelo Pérez sabían de su compromiso por el activismo, su fe por la iglesia, además de su gusto por las verduras, la hierba mora y los huevos cocidos.
Por eso nadie, su madre, su padre o nueve hermanos se atrevieron a pedirle que dejara de denunciar la situación de violencia que atravesaba la entidad.
"Sus padres siempre lo apoyaron porque sabían que él lo hacía por una buena causa", cuentan sus familiares.
"Lo que sí le causaba tristeza es que nosotros (familia) no estuviéramos por el camino del bien", dijo uno de sus cuñados durante la velación que empezó desde la tarde de ayer domingo cuando el ataúd llegó a esta su tierra, proveniente de San Cristóbal de las Casas, donde fue asesinado a tiros.
La casa que este lunes lo cobijó con cirios, veladoras, corona de flores y la imagen de un cristo, antes era de teja y adobe. Aquí llegó desde los ocho años cuando arribaron provenientes de la comunidad Chichelaló, a 10 minutos de distancia, junto a su padre campesino y su madre ama de casa.