Entre los miles de ciudadanos que se quedaron sin empleo a raíz del nuevo coronavirus, aparece el reynosense Arturo Castillo, quien desde finales de marzo ha tenido que vender dulces en las calles, buscando el sustento para su familia.
Su esposa e hijo de 4 años dependen de él, por lo que sus jornadas inician desde las 7 de la mañana y terminan después de las 9 de la noche, ofreciendo chocolates, chicles, paletas, mazapanes, entre otros dulces.
Es común verlo en las calles del centro. “Yo soy obrero, trabajaba en una fábrica, pero cuando comenzaron a cerrar por esto del coronavirus nos descansaron, desgraciadamente no tengo salario y pues tengo que vivir al día, tengo la responsabilidad de mantener a mi familia“.
Si logra vender la bolsa de dulces completa en un día reúne 250 pesos, pero al no contar con ventas seguras surge el temor de ser desalojado de su vivienda y quedarse sin servicios básicos.
Las cuotas ascienden a más de 2 mil pesos mensuales, tomando en cuenta el arrendamiento y los recibos, aparte debe reunir dinero para comida.
Para muchos el vender dulces en las calles puede ser una practica vergonzosa, pero Castillo, la considera su única opción. “A mi no me da pena vender dulces, no estoy haciendo ningún delito, al contrario me esfuerzo por sacar adelante a mi familia”.
A la venta a veces lo acompaña su hijo y esposa, quienes portan cubrebocas, al igual que un bote de gel antibacterial. “Yo no quiero verlos así, pero no tengo opción, le pido a la gente que si me ve en las calles me compre”, insiste.