Las miradas infantiles sin importar estrato social o condición se iluminan por igual ante la ilusión de ser premiados por su buen comportamiento en medio de una emergencia sanitaria que parece no tener fin.
Los anhelos infantiles se dirigen a Santa Claus, el personaje barbado de color blanco enfundado en un traje rojo y negro y botas gruesas que a bordo de un trineo halado por renos recorre el mundo repartiendo alegría a todos los niños.
En las ciudades, los buzones se llenan de cartas para Santa, quien vive en el Polo Norte y las recibe para satisfacción de aquellos que mantienen la tradición de solicitar sus regalos ante su buena conducta y obras.
Reynosa no es ajena a la tradición en las calles y barriadas de las colonias, los niños perciben la cercanía de la Nochebuena y la Navidad y se esmeran en obedecer a sus papas, y hacer méritos suficientes que se reflejen en la entrega de regalos que serán depositados al pie del árbol navideño en casa o al pie de su cama.
El Servicio Postal Mexicano se convierte en una suerte de antesala del taller de Santa Claus, su correspondencia es aquí recibida y depositada en los buzones para que los niños tengan la certeza de que van rumbo al Polo Norte para ser resueltas en sus peticiones de juguetes.
Debany Almanza Reyna es una niña de apenas 8 años de edad y tiene bien definido que le pedirá a Santa Claus: Una bicicleta, muñecas y ropa para ella y sus hermanos que como ella –afirma- se han portado muy bien todo el año.
Su mirada se enciende con esperanza y alegría de saber que su carta y deseos serán atendidos, pues su buena conducta es el aval necesario para lograr las peticiones hechas por escrito, para efectos de formalidad.
Juguetes de toda clase y manufactura, ropa y artículos con los cuales los niños puedan jugar y divertirse son el contenido de las cartas que los niños han escrito y que, en una cuenta regresiva de expectativa, solo esperan el momento de ver sus presentes y abrirlos e iniciar la sorpresa.