El rendimiento laboral depende de un sinfín de variables, desde algunas relativamente individuales —como la motivación, la formación para el puesto, el compromiso, el estado físico— hasta otras determinadas por el contexto. La investigación científica en psicología laboral y de las organizaciones ha demostrado la incidencia de los recursos materiales, la tecnología y la iluminación del espacio de trabajo en la productividad. No obstante, también es extenso el desarrollo acerca de la influencia del factor humano en el rendimiento laboral, demostrando que la manera en la que las personas se vinculan al interior de la organización sella el resultado final de nuestro trabajo.
El clima laboral, es decir, la percepción subjetiva que tiene el trabajador de la organización de la que participa, su medio de trabajo y las relaciones sociales que acontecen en él, es un factor determinante en el rendimiento laboral. En otras palabras, la cantidad y calidad de relaciones laborales que establecemos con nuestros superiores y pares afectan al cumplimiento (o no) de los objetivos organizacionales e individuales. Por ello, en este artículo desarrollaremos cómo incide la dimensión vincular del trabajo en nuestro rendimiento laboral.
LA CALIDAD DE LAS RELACIONES INTERPERSONALES EN EL TRABAJO
La psicología social y general han enfatizado el carácter adaptativo que poseen las relaciones sociales. La necesidad de pertenencia a un grupo nos motiva a todos los seres humanos a mantener al menos una cantidad mínima de relaciones interpersonales significativas, duraderas y positivas.
Esta necesidad de formar grupos está guiada por la búsqueda de la supervivencia, un tatuaje de nuestra historia como especie, ya que hace miles de años la soledad suponía un riesgo dada la posibilidad de encontrarse con un depredador en cualquier instante, no conseguir alimento o no reproducirse. A día de hoy, si bien nuestras relaciones no se fundamentan en la necesidad de protegernos de una bestia, sí que perduran por la necesidad de establecer vínculos fuertes, basados en el afecto y en la empatía.
Además, en el ámbito laboral, mantener relaciones interpersonales de calidad opera como una forma de asegurarnos un mayor bienestar a la hora de trabajar, algo de gran importancia si tenemos en cuenta que son relaciones que debemos sostener de forma cotidiana; también fundamental para el cumplimiento de nuestros objetivos en el plano laboral. En el trabajo, muchas tareas son imposibles de llevar a cabo si no es mediante la cooperación. Este hecho obliga a las personas a congregarse en grupos o equipos de trabajo en torno a la realización de una tarea, lo cual implica la asunción y adjudicación de roles en pos de alcanzar tal fin común.
LOS EFECTOS DE LAS RELACIONES LABORALES NEGATIVAS EN EL RENDIMIENTO
Sin embargo, difícilmente un equipo acabará resolviendo tareas de forma efectiva si los vínculos sobre los que se asienta están basados en la frialdad, la apatía o la distancia. Las relaciones laborales deben fundamentarse en la afectividad. Diversas investigaciones han demostrado que hay muy poco sobre una relación que pueda entenderse sin la comprensión del tono afectivo del otro, las emociones y los sentimientos. Nuevamente, esto nos remite a la búsqueda de proximidad inherente a nuestra especie.
Si las relaciones con los jefes y compañeros de trabajo siguen la lógica de ser simplemente vínculos forjados con un fin operativo, manteniendo cierta resistencia a empatizar con el otro —lo que podría expresarse con la típica frase de "sólo tenemos que vernos unas horas y ya está"—, paradójicamente conseguiremos que nuestros vínculos laborales afecten a nuestro rendimiento y productividad. En relación con ello, un estudio llevado a cabo por Dutton y Heaphy concluye que la descortesía que promulgan las relaciones laborales de baja calidad pueden ser dañinas para los individuos y, en última instancia, para las organizaciones.
Por otra parte, las relaciones laborales negativas tienden a emerger cuando hay una falta de sentido de comunidad en el trabajo, es decir, cuando los trabajadores no sienten una pertenencia al espacio de trabajo ni a la organización; ni tampoco consideran que su presencia sea importante para sus compañeros o superiores. Las personas comparten gran parte de sus días en el trabajo, incluso aquellas cuya labor posee cierta autonomía respecto a las funciones que desempeñan los demás, por lo que la hostilidad o la competitividad excesiva podría mermar en lo profundo del desempeño laboral incluso cuando las tareas que cada sujeto debe cumplir sean independientes al quehacer de los compañeros.
LAS RELACIONES LABORALES POSITIVAS COMO CATAPULTAS HACIA LA PRODUCTIVIDAD
Por su parte, mantener relaciones positivas con jefes y compañeros opera como una catapulta hacia el aumento en el rendimiento en el trabajo y a un mayor bienestar durante el horario laboral. Las conexiones de alta calidad entre las personas están acompañadas por resultados positivos para los individuos, potenciando el desarrollo de sus carreras y proyectos personales, pero asimismo beneficiando a las organizaciones a las que pertenecen.
Una característica clave que comparten todos los vínculos favorables para el aumento del rendimiento en el trabajo es la mutualidad. Para Roberts, la mutualidad cuenta con cuatro dimensiones: el beneficio mutuo, la influencia mutua, la expectativa mutua y el entendimiento mutuo. El cultivo de estas cuatro aristas conlleva a un mayor desarrollo individual y colectivo, como así también a un mayor compromiso con los objetivos propuestos. El hecho de que los trabajadores mantengan con sus superiores relaciones de este tipo podría incluso aumentar su implicación con la organización, es decir, su grado de entrega con el trabajo.