La muerte es una de las experiencias más complejas sobre las que hablar a los niños. Cuando fallece una abuela o un abuelo, los adultos nos enfrentamos al desafío de acompañar a nuestros hijos en lo que, de manera natural, es su primer contacto con la pérdida de un ser querido. Conversar sobre la muerte no es fácil, pero todos los expertos advierten que es necesario ya que los niños, igual que los adultos, atraviesan procesos de duelo y no hablar sobre ello, puede tener consecuencias en su salud y desarrollo emocional. Pero, ¿Cómo hablar de la muerte sin generar miedo? ¿Cuándo hacerlo? ¿Qué palabras usar?
Naia (6) y Telmo (10) perdieron hace pocas semanas a su abuelo. Aunque viven en Francia y sus abuelos maternos están en Argentina, su madre, Rosi, les explicó cómo fue la despedida: "Les conté que lo habíamos despedido en paz, y que enterramos las cenizas junto a un limonero. Les dije que fue muy bonito, que estamos agradecidos por la vida tan plena que vivió".
Aunque ya se había hablado de la muerte en casa, esta fue su primera experiencia directa con la pérdida de un ser querido. "Llevaba tiempo enfermo, y fuimos preparando el terreno para lo que iba a venir" cuenta esta madre a Psicología y Mente. No era la primera vez que Naia y Telmo preguntaban sobre dónde van las personas que mueren. En este caso, sus padres abordaron el tema desde sus propias creencias, pero sin imponer certezas: "Les dijimos que nadie sabe qué pasa cuando morimos, que hay religiones que creen en el cielo, otras en la reencarnación y otras que piensan que no hay nada. Yo les dije que me gusta creer que el alma va al cielo, y también que hay que vivir contentos y agradecer lo que tenemos".
Silvia y Marc, padres de una niña de 4 años que perdió a tres familiares mayores en un corto espacio de tiempo, se informaron con una psicopedagoga antes de hablar con la pequeña. "Le contamos que la gente muere, como las plantas, como todos los seres vivos, y que eso quiere decir que el cuerpo desaparece y se transforma en energía de amor. Le dijimos: cierra los ojos y piensa muy fuerte en la bisabuela... ¿la ves?". El uso de metáforas, las fotos familiares y la posibilidad de hablar del tema libremente ayudaron a su hija a integrar la pérdida de manera serena. "Nos dimos cuenta de que lo había comprendido a su manera, a través de su pensamiento mágico. Nos pregunta si las bisabuelas están aquí, señalandose el corazón y la cabeza. Y le decimos que sí", cuenta Sílvia.
El peligro de evitar el tema
Estudios recientes como Children´s Understanding of Dying and Death, de la Universidad de Cambridge (2023), muestran que si bien los niños a menudo carecen del vocabulario adulto para expresar sus pensamientos sobre la muerte, sí reflexionan sobre este tema. En este sentido, la psiquiatra María Robles explica a Psicología y Mente que los niños, aunque sean pequeños, perciben los cambios en su entorno y necesitan explicaciones para poder procesarlos emocionalmente. Raobles advierte que "cuando no se habla de la muerte, el mensaje que reciben es que el dolor debe ocultarse" y explica las consecuencias de no abordar el duelo con los niños: "Si no les ayudamos con estrategias emocionales, se las dan ellos mismos. Y eso puede generar ansiedad, ira contenida o somatizaciones como dolores de cabeza o de barriga".
Otro estudio reciente publicado por la Universidad de Queensland en 2024 (What Bereaved Children Want to Know About Death and Grief, Universidad de Queensland 2024 ) muestra que los niños hacen preguntas sobre la muerte desde aspectos biológicos hasta existenciales y el deseo de comprender está presente, y los adultos pueden acompañar ese proceso desde la escucha. En este sentido, Robles recomienda que los adultos puedan adaptar su discurso, eligiendo palabras claras y evitando frases como "se fue de viaje" o "está dormido" que pueden confundir o generar miedos. Robles también señala que los rituales, como los funerales, pueden ayudar si se preparan adecuadamente: "Tradicionalmente se ha excluido a los niños, pero se les puede llevar [a los funerales] explicándoles lo que pasará y acompañándolos emocionalmente" y matiza: "Obviamente, depende de las circunstancias familiares y de cada niño".'
Menos palabras, más presencia: el acompañamiento consciente
Para la psicóloga Laura Guillón, especializada en crianza consciente y terapia de pareja, uno de los mayores aprendizajes para los adultos en situaciones de duelo es aceptar que no necesitamos estar "fuertes" todo el tiempo. "Lo que un niño necesita para sentirse seguro es que haya coherencia, que se sienta visto y acompañado", explica.
Guillón subraya que, en el afán de proteger, muchas veces los adultos caen en el error de hablar demasiado, llenar silencios o utilizar frases que invalidan el sentir del niño. "Cuando nos vemos hablando mucho, es que estamos tratando de apaciguar alguna angustia que tenemos dentro. Y eso puede llevarnos a entrar en verborrea o a decir mentiras piadosas. Pero los niños lo sienten. Por eso aconsejo usar el mínimo de palabras posibles, y dejar silencios para que ellos puedan procesar lo que van escuchando. Que de esos silencios puedan surgir sus propias preguntas, sus propias conclusiones. Su propio sentir".
Desde su mirada humanista, insiste en que el papel del adulto no es aliviar el dolor del niño, sinó acompañarlo. "No hay que esconder el dolor. Aunque haya desconsuelo, evitemos frases como ´el abuelo quería verte contento´. Es mejor validar: ´Sé que estás triste, yo también lo estoy. Estoy aquí contigo´", argumenta la psicóloga.
El enfado, las rabietas o la ira son reacciones frecuentes en el duelo infantil, y deben ser acogidas sin juicio. "No pasa nada si se enojan o se asustan. Es acompañarlos desde el permiso emocional: ´Tienes derecho a sentir esto, y te cojo de la mano´".
¿Y si preguntan si los padres también van a morir? Guillón recomienda no mentir: "No le digas que no te vas a morir. Dile que, si todo va bien, vas a estar con él muchos años". Finalmente, advierte que si el niño no quiere hablar, tal vez haya algo que revisar en los propios adultos: "A veces no es que no quieran hablar, sino que nos sienten cerrados o incómodos, y no quieren generarnos más dolor".