La mayoría de personas hemos recibido una educación en la que los errores se han penalizado. El mensaje que hemos recibido con frecuencia ha sido uno que nos animaba a buscar la perfección y la constante mejora.
Aunque estos mensajes se han enviado generalmente con la mejor de las intenciones, para motivar, han generado un fuerte impacto en muchas personas. La búsqueda de algo que no existe, la perfección, suele generar dificultades emocionales y psicológicas en algunas personas.
A lo largo de este artículo nos centramos en la importancia de dejar de buscar la perfección para poder empezar a ser eficientes.
EL MITO DE LA PERFECCIÓN
Tal y como mencionamos previamente, el perfeccionismo es una cualidad que se ha catalogado como positiva y deseable en las personas. Conseguir llevar a cabo nuestros objetivos sin errores es algo que se ha fomentado y potenciado con mucha frecuencia. Sin embargo, esto ha generado un grave impacto en muchísimas personas.
El perfeccionismo, lejos de ser una fuente de motivación tal y como se solía pensar, puede acabar interfiriendo gravemente en la producción y el desempeño de las personas. Con frecuencia, la búsqueda de la perfección se relaciona con bloqueos, ansiedad, frustración e, incluso en determinados casos, sintomatología depresiva u otras dificultades de salud mental.
LA EFICIENCIA COMO CLAVE DEL ÉXITO
La Real Academia Española (RAE) define la eficiencia como la capacidad de lograr los resultados deseados con el mínimo número de recursos posible. Podríamos decir que, en lugar de perseguir la perfección —que no dejan de ser metas inalcanzables—, la eficiencia se centra en la consecución de objetivos asequibles que aseguren el progreso.
Así pues, la eficiencia es lo que nos permite avanzar en nuestros proyectos. Mientras la perfección nos bloquea y nos ciega con el intento de controlar cada pequeño detalle, la eficiencia permite que nuestras actuaciones sean más estratégicas. De este modo, los recursos se focalizan en priorizar las tareas en base a las necesidades de cada momento.
Para ser eficientes, no podemos pretender que todo salga "bien" o "perfecto" a la primera. Es necesario aprender estrategias de gestión del tiempo y trabajar, entre otros aspectos, la toma de decisiones. Esta forma de afrontar las situaciones permite un mayor equilibrio que, a su vez, genera una mayor sensación de satisfacción.
CÓMO PASAR DE LA PERFECCIÓN A LA EFICIENCIA
La transición de la perfección a la eficiencia puede no resultar sencilla para muchas personas. Especialmente para aquellas en las que los mensajes relacionados con la perfección han calado hondo, por los motivos que sean. A continuación se mencionan algunas estrategias que pueden ayudar en el proceso. De todos modos, si este cambio te resulta demasiado difícil, recuerda que puedes pedir ayuda profesional.
TRABAJAR CON LA AUTOESTIMA Y LA AUTOEXIGENCIA
Es importante realizar un trabajo personal que permita un mayor autoconocimiento y, por lo tanto, una mayor comprensión de qué se esconde detrás del perfeccionismo en cada persona. En la mayor parte de los casos, la autoexigencia extrema va de la mano del perfeccionismo y está muy relacionada con ciertos aspectos vinculados a la autoestima.
CULTIVAR LA AUTOCOMPASIÓN
La compasión es un aspecto clave a la hora de acompañarnos en esta transición. Una vez hemos comprendido qué nos ha llevado a buscar la perfección, es crucial que aprendamos a tratarnos con respeto y amabilidad. El perfeccionismo suele generar mucho sufrimiento y malestar, de ahí la importancia de la autocompasión en este camino. En esta línea, suelen ser muy útiles las prácticas de atención plena y anclaje al momento presente.
ESTABLECER METAS CLARAS Y ASEQUIBLES
Cuando nuestra mente piensa desde un lugar perfeccionista, establece metas inalcanzables, demasiado exigentes y poco realistas. Para poder empezar a ser eficientes, será necesario reformular nuestros objetivos y hacerlos más asequibles, concretos y realistas. De nuevo, es importante no perder de vista que la autoexigencia extrema nos lleva a la frustración y, consecuentemente, al sufrimiento emocional. Esto, sin duda, acaba teniendo un impacto indeseado en nuestro desempeño.
Entender que el progreso es mejor que la perfección
En este sentido, puede ser de ayuda interiorizar que es mejor hacer algo, aunque no sea perfecto o como lo habíamos visualizado, pero que nos permita finalizar tareas. La perfección suele llevarnos al bloqueo y generar una sensación de estancamiento. Solo cuando nos permitimos avanzar y asumir un desempeño lo "suficientemente bueno" es cuando podemos seguir atendiendo otras tareas o seguir avanzando en otros aspectos necesarios e igualmente importantes.
APRENDER A PRIORIZAR Y DELEGAR
Otro de los aspectos que suelen darse cuando hablamos de perfeccionismo es la dificultad para delegar. Con frecuencia, las personas sienten que si no llevan a cabo las tareas por sí mismas no obtendrán los resultados deseados. Esta dificultad conlleva una sobrecarga en la mayoría de ocasiones que puede generar el síndrome del quemado, además de otras dificultades. Puesto que es importante cuidar la propia salud mental y asegurar el máximo bienestar emocional posible, es necesario aprender a priorizar las tareas y delegar cuando sea posible.