¿Hay indicios históricos de la existencia de Jesús?

Analizamos las posibles pistas históricas con las que contamos


Pocas dudas puede haber acerca de la importancia que Jesús de Nazaret ha tenido en la historia. De hecho, no podríamos entender la trayectoria del ser humano sin conocer a esta figura histórica, sus enseñanzas y las vicisitudes de sus seguidores. Jesús constituye, pues, una de las claves del devenir de la humanidad. Sin embargo, una cosa es el Jesús religioso y otra muy diferente el Jesús histórico.

El primero es de sobras conocido por los Evangelios y otras fuentes religiosas. Pero ¿qué sucede con el segundo? ¿Con qué fuentes contamos para sostener la teoría de que Jesús existió realmente y no es, simplemente, un invento de sus seguidores para justificar su doctrina?

En el artículo de hoy nos adentramos en el espinoso tema de la historicidad de Jesús de Nazaret y analizamos las posibles pistas históricas con las que contamos. Es importante remarcar que lo que sigue debe ser leído desde una perspectiva exclusivamente científica; no se trata, pues, de un texto vinculado con la fe, sino con la historia. Porque historia y fe son diferentes y siguen caminos diversos, y solo teniendo esto presente podemos debatir sobre si, efectivamente, hay indicios históricos de la existencia de Jesús de Nazaret.


¿QUÉ INDICIOS HISTÓRICOS HAY DE LA EXISTENCIA DE JESÚS?

Podemos empezar de forma clara y concisa: solo contamos con tres fuentes más o menos contemporáneas de Jesús (además de los Evangelios) que aportan pruebas de su existencia: Flavio Josefo, un historiador judío del siglo I, y Tácito y Suetonio, dos fuentes romanas. Podemos afirmar que los tres son fuentes fiables, en tanto que no son fuentes cristianas y, por tanto, no tendrían motivo para tergiversar la historia y adaptarla a su antojo. Pero veamos más de cerca qué dice cada uno de ellos.


FLAVIO JOSEFO (H. 37 – H. 100)

Nacido en una familia noble de Jerusalén con el nombre de Yosef ben Matityahu, Flavio Josefo es una de las fuentes no cristianas en las que se menciona a Jesús. Es, además, la primera de todas ellas, pues se considera que su texto más importante donde habla de Jesús, conocido como Testimonium Flavianum, se escribió en la segunda mitad del siglo I.

¿Qué nos cuenta Josefo? Primero, en sus Antigüedades judías, mienta a un tal Jacobo (Santiago), hermano de Jesús, a quien, añade, denominaban Cristo. Luego encontramos otro pasaje en el que habla de la ejecución de Juan el Bautista que, aunque no es una referencia directa a Jesús, sí que es un testimonio no cristiano de un pasaje del Nuevo Testamento. Y, por último, en el ya citado Testimonium Flavianum, el erudito nos dice que en aquel tiempo "apareció Jesús, un hombre sabio, si es que se puede llamar hombre, que realizó actos prodigiosos...".

A pesar de la aparente evidencia del alegato flaviano, no son pocos los historiadores que han estudiado el tema y que sostienen que en la obra de Josefo podemos encontrar interpolaciones posteriores. Las interpolaciones son fragmentos añadidos a un texto original, por lo que algunos pasajes (como, por ejemplo, aquel que dice "si es que se le puede llamar hombre") podrían no ser fruto de la pluma de Josefo, sino de cristianos posteriores que, al copiar el manuscrito, añadieron elementos para ratificar su fe. De cualquier modo, la referencia a Jesús como personaje histórico sí que parece ser auténtica.


TÁCITO (H. 54- H. 120)

La mención que este historiador romano no cristiano hace de Jesús y de sus seguidores se encuentra en el final de su famosa obra Anales, redactada a principios del siglo II d.C., es decir, casi un siglo después de la muerte de nuestro personaje. En este apartado, Tácito habla de la ejecución de Jesús por parte de Poncio Pilato y el surgimiento en Roma de varios grupos de seguidores del crucificado.

En concreto, el historiador hace referencia al incendio que sufrió la ciudad en el 64 d.C. y la consecuente acción que el emperador Nerón emprendió contra los cristianos, a quienes acusó de ser los autores del crimen. Dejando de lado si Nerón incendió o no Roma (los historiadores tienen dudas al respecto), lo cierto es que, según Tácito, los cristianos fueron torturados y ejecutados por ello y por "su odio contra la humanidad".


SUETONIO (H. 70- H.120)

Por último, encontramos el testimonio de Suetonio, la última de las fuentes más cercanas a la época de Jesús. El historiador romano (igualmente, no cristiano) escribió Vidas de los doce césares a finales de su vida, es decir, hacia el año 120 d.C. Esto quiere decir que se trata de un escrito casi un siglo posterior a la muerte del Jesús histórico.

En sus Vidas (y, en concreto, en el episodio donde hace referencia al emperador Claudio), Suetonio nos habla de la agitación de las comunidades judías de Roma, hecho que algunos historiadores vinculan a las primeras comunidades cristianas. No hay que olvidar que, antes de san Pablo, el cristianismo era una rama del judaísmo, no abierta a los gentiles. Por otro lado, en el pasaje dedicado a Nerón, el historiador nos habla igualmente de los "castigos" que el emperador infringió a los cristianos a raíz del famoso incendio.


VALORACIONES DE LAS FUENTES NO CRISTIANAS

¿Qué extraemos de lo anteriormente citado? Para empezar, es necesario considerar la lejanía temporal de las fuentes. De las tres, ninguna de ellas es estrictamente contemporánea a Jesús, de lo que se deduce que pueden estar contaminadas por habladurías y rumores posteriores. Por otro lado, solo Flavio Josefo y Tácito mencionan directamente la existencia de Jesús (en el caso de Tácito, concreta que su muerte acaeció en época de Poncio Pilato), puesto que la tercera fuente, la de Suetonio, sólo menciona a las primeras comunidades cristianas.

No contamos con ningún otro testimonio no cristiano de la existencia de Jesús que fuera redactado en fechas tan tempranas, por lo que, para muchos historiadores, las tres fuentes mencionadas no son suficientes para corroborar de forma científica la existencia del personaje. Primero, porque son excesivamente posteriores; segundo, porque, especialmente en el caso de Flavio Josefo, pueden haberse contaminado con interpolaciones.


Y ¿QUÉ HAY DE LOS EVANGELIOS?

Existen otras fuentes contemporáneas a los escritos citados: los cuatro Evangelios canónicos que, por su naturaleza religiosa, no se cuentan de forma estricta como fuentes científicas. Detengámonos un momento en ellos.


LOS EVANGELIOS CANÓNICOS

Para empezar, ¿por qué les llamamos canónicos? Porque los cuatro evangelios que conocemos y que se encuentran en el Nuevo Testamento (es decir, los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan) son los únicos que la Iglesia admitió oficialmente de entre los muchos evangelios que se redactaron. Al resto de escritos, que incluyen el Evangelio de Nicodemo, el Evangelio de María Magdalena o el Evangelio de Judas, se les denomina evangelios apócrifos, que en su gran mayoría fueron creados muchos siglos después de la muerte de Jesús.

Los evangelios canónicos, además de ser los únicos aceptados como "oficiales" por la Iglesia, fueron también los primeros en ser redactados, aunque no son estrictamente contemporáneos de Jesús. El Evangelio de Marcos fue el primero en escribirse; los expertos apuntan el año 60 d.C. como fecha aproximada, es decir, unos treinta años después de la muerte de Jesús.

El Evangelio de Mateo fue redactado entre el año 70 y el año 110 d.C., muy probablemente alrededor del año 90. En cuanto al de Lucas, es posterior a estos dos anteriores. El último Evangelio sería el de Juan, redactado a principios del siglo II de nuestra era.

Por tanto, tenemos que los evangelios "oficiales" fueron escritos muchos años después de la muerte de Jesús, a partir de una tradición oral cristiana, más o menos en la misma época en que Flavio Josefo, Tácito y Suetonio redactaban sus testimonios. Hagámonos, pues, una pregunta. ¿Qué fiabilidad histórica pueden tener unos textos que recogen hechos acaecidos más de medio siglo antes?

Por otro lado, es más que probable que los textos evangélicos fueran compuestos por varias personas, y que la adjudicación a los distintos apóstoles sea, simplemente, una manera de legitimar su mensaje. Así se desprende de los diversos análisis que se han realizado de su composición, que concluyen que fueron escritos por diversas manos. Por otro lado, si consideráramos que los autores son, en efecto, los apóstoles de Jesús, tendríamos que Juan habría escrito su evangelio y su Apocalipsis cuando contaba más de cien años, lo que no resulta demasiado probable.


HECHOS HISTÓRICOS DE LOS EVANGELIOS

Así pues, podemos concluir que en las Escrituras existen elementos introducidos a posteriori, fruto de una tradición oral y de la voluntad de legitimar el mensaje de Cristo. Pongamos por ejemplo el natalicio de Jesús, ocurrido, según la Biblia, en Belén. Es históricamente incongruente que un personaje nacido en Belén sea conocido como "Jesús de Nazaret" y no como "Jesús de Belén", por lo que los historiadores deducen que su lugar de nacimiento fue, en realidad, Nazaret.

La inclusión del pasaje que nos narra cómo José y María acudieron a Belén a inscribirse en el censo romano sería, de nuevo, una forma de legitimación, pues recordemos que, en el Antiguo Testamento, se dice que el Mesías sería de la estirpe del rey David. Y la estirpe del monarca era, efectivamente, de Belén.

Sin embargo, otros hechos recogidos en los Evangelios sí que tienen visos de ser históricos. La mención directa de Poncio Pilatos y la descripción detallada de la Judea romana del siglo I son una prueba de que, efectivamente, el personaje que describen existió y se movió por un contexto muy concreto. Asimismo, la crucifixión era en efecto la pena reservada para los criminales y los sediciosos, por lo que debemos pensar que, si Jesús fue condenado a morir por este método, es porque su actitud o su mensaje chocaban directamente con la ley romana.

Muchos historiadores han creído ver en la figura de Jesús de Nazaret a uno de los muchos profetas judíos que, por aquellas fechas, se rebelaron contra el Imperio romano. En este sentido, y siguiendo esta teoría, el auténtico Jesús no sería un apóstol de la paz, sino un rebelde rabino antirromano.


CONCLUSIONES

Que Jesús de Nazaret existió, pocos historiadores lo ponen en duda. A pesar de las escasas fuentes con las que contamos, parece bastante improbable que un personaje que tanto revuelo causó fuera, en realidad, fruto de la invención de sus seguidores. Por otro lado, y tal y como recoge el historiador especialista en Roma Néstor F. Marqués, las contradicciones y las lagunas de los evangelios son, precisamente, una evidencia de que hablan de un personaje real, pues, de ser inventado, la historia habría estado perfectamente tejida, sin fisuras.

Los únicos testimonios no cristianos (casi) contemporáneos de Jesús son, como ya hemos comentado, el historiador judío Flavio Josefo y los historiadores romanos Tácito y Suetonio. De ellos, solo dos recogen la existencia de Jesús (el tercero habla sólo de sus seguidores), y, aunque es muy posible que algunas de las acotaciones fueran añadidas a posteriori, está claro que todos ellos reconocen al personaje como real.

Por último, los denominados evangelios canónicos son recopilaciones de tradiciones orales recogidas por diversos autores, por lo que el mensaje pudo haber sido contaminado, como en efecto parece que sucede con algunos pasajes. A pesar de ello, el contexto en el que se mueve el Jesús de los evangelios es demasiado real y concreto como para constituir un personaje inventado.

En resumen; hoy en día, prácticamente ningún historiador duda de la existencia del Jesús histórico. Parece ser que el personaje vivió realmente en la Judea del siglo I y que murió en la cruz, acusado de rebeldía contra Roma. Estos son los hechos; a partir de aquí, el resto atañe a la fe.